miércoles, 3 de julio de 2013

el padre amapola

A primera hora de la mañana, después de levantarse, los niños bajaban a desayunar al comedor y según iban terminando, subían a los lavabos de sus dormitorios para lavarse los dientes y terminar de asearse, mientrás que un bedel que corría de un lugar a otro les azuzaba; después cada uno hacía su cama y no tardaban en bajar al patio, donde aprovechaban para jugar los pocos minutos que quedaban antes de entrar en sus aulas. 
En el patio, los más madrugadores : los mayores y  los más rápidos, tenían un tiempo precioso para jugar un rato; unos lo hacían al frontón, otros jugaban a fútbol, o simplemente corrían persiguiéndose los unos a los otros; raro era el que no estaba haciendo nada.
Llegada la hora el padre prefecto que merodeaba velando por el orden en el patio, tocaba el silbato de hierro que llevaba colgado al cuello; entonces todos los niños se formaban en filas para ir entrando en las clases que les correspondían.
Una vez formados todos, las primeras fueron entrando en las clases que abrían sus puertas en el mismo patio, y al terminar empezaron a moverse las filas que iban a las clases situadas en la planta alta del edificio.
Cuando llegó el turno a la fila del sisa se puso en movimiento. La clase del sisa estaba en las aulas de la planta de arriba. Todos iban en silencio subiendo por las viejas escaleras de madera de castaño, tal vez apesadumbrados por la perdida de su ficticia libertad o simplemente tiranizados por el obligado silencio con el que tenían que subir a sus clases.
El sisa llevaba sus dientes en la mano, iban para siete días con sus noches que intentaba que el ratoncito perez le dejase unas monedas mientras dormía, con el beneplácito del celador de la noche, y aunque el padre de dibujo, que les daba la clase de latín les había explicado que el siete era un número mágico, estaba a punto de desesperar.
Iba la fila subiendo en movimiento perfecto por las escaleras a las plantas de arriba , en la que se encontraba la aula del sisa y al llegar a la planta superior empezaba a continuar por el pasillo cuando una voz detuvo llamándolo por su nombre detuvo al sisa, era el padre amapola.
La fila se estremeció levemente como si una gusano hubiera recibido un dardo en uno de sus costados y de ella emergió el sisa que quedó inmóvil en el pasillo, de pie, con sus libros, y su mano cerrada escondida en uno de los bolsillos del pantalón, mientras la fila repuesta de su herida continuaba el camino en dirección a su destino.
El padre amapola se llamaba segismundo. Era, o había sido sin saberlo aún, un joven apolíneo de rica familia que había sido metido a cura por ser demasiada fina su piel para la vida mundana. Tenía sonrisa angelical, y le llamaban así porque todo el mundo se dormía en sus clases
El padre amapola empezaba a explicar la lección  y su mirada se perdía por la ventana, y escapaba por la ventana., y se perdía soñando con en el ancho y grande mundo, y escapaba por el grande y ancho mundo del que había sido secuestrado, y cuando se había dado cuenta ya había pasado la hora de clase.



mvf.

* la historia arranca desde "una nueva aventura del sisa"

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