lunes, 8 de junio de 2015
Carolina.
Al funeral de Carolina, no fue casi nadie.
A Carolina, le llamaban la cerda, o la guarra, por que satisfacía a los hombre en sus más bajos instintos.
Ya era mayorcita, solo tenía un sobrino, que a veces venía a ver como estaba, y que en algún momento había intentado llevarla a un asilo sin conseguirlo.
Como todas las mañana el panadero paró al lado de la carretera, junto a las primeras casas de la aldea, y pitó dos veces el claxon de la furgoneta. Los vecinos salieron de las casas y se acercaron enseguida a comprar el pan.
Fue despachando las piezas de pan: una barra mediana para aquí; media bolla de pan para alla; una barra grande y tres bollitos, tiene tres hijos pequeños y son para la merieda; y al acabar preguntó: - ¿Y Carolina?
- La porca se habrá olvidado de venir a recoger el pan – dijo una – parece que estos dias no está muy bien.
El panadero se despidió de la gente, entró en su furgoneta, y arrancó por el camino adelante como había venido. Paró enfrente de la casa de la porca, que le quedaba de paso.
Apurado bajó del coche sin apagar el motor, abrió la puerte de atras de la furgoneta, cogió una barra de pan pequeña y se acercó a la puerta.
Y entonces gritó para que le oyeran dentro de la casa :
– ¡ Carolina, Carolina !. ¡Carolina ... !
A Carolina le llamaban asi por que los hombre son unos cerdos, o unos guarros, o como se diga; por que ella los quiso y los amo a todos, cuando tuvieron necesidad, sin pedirles nada a cambio.
-Bailaches Carolina?
-Bailei, si señor.
-Dime con quen bailaches.
-Bailei con meu amor.
-Bailaches Carolina?
-Bailei, si señor.
- Co teu amor, Carolina,
non volvas a bailar,
porque che levanta a saia
e é moi mala de baixar.
mvf.
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