La gente se amontonaba a la entrada esperando a que sacaran la imagen del santo. Entonces salió la imagen de la iglesia sacada a hombros. Caminando con dificultad, en medio de una multitud que giraba y se apretujaba alrededor de ellos mientras les acompañaban en su andar, los hombres que la portaban se dirigieron al exterior del recinto de la iglesia; allí se detuvieron. Y la gente se avalanzó sobre ellos, apretujandose, tratando de tocar la imagen del santo san Antonio. Al cabo de un rato se oyó una campanilla y la marea de gente hizo espacio enfrente de la imagen para que se pusieran a la cabecera de la procesión el párroco de Labregos, acompañado de don Sebastián, y otras autoridades.
Un silbido ascendió hacía el cielo donde explotó una bomba, asustando a los pájaros que se habían posado en el cipres, que alzaron el vuelo de nuevo. Entonces la banda de tambores y cornetas empezó a tocar y todos comenzaron a andar en procesión, para bajar con la imagen dando la vuelta hasta un viejo crucero y volver de regreso nuevamente a la iglesia.
En aquella época en Europa imperaba la Alemania nacional socialista y el régimen de la dictadura aún no se había decantado por el camino a seguir; y para disgusto de la iglesia el poder civil, tenía mucho peso en las instituciones publicas. La iglesia a hurtadillas maquinaba sus políticas para conseguir el control absoluto de la enseñanza y los servicios sociales, viendo claramente a la Falange como un peligroso adversario que podría hacer peligrar su histórica hegemonía en el control ideológico del pueblo español.
La inquina de don Sebastián había ido aumentando más y más a medida que su hijo natural crecía apartado de él, y había empezado a urdir un siniestro plan a través de la sección femenina de la falange para obligar a Abelarda, que aún estaba en la edad de hacer los seis meses del servicio social, * y así obligarla a prestar sus servicios en la escuela de mandos del movimiento. Donde podría de nuevo acercarse a ella.
De los 17 a los 35 años las mujeres solteras estaban obligadas a realizar 6 meses de servicio social, de los cuales tres meses eran de prestación obligatoria de trabajo en comedores, hospitales, oficinas...
Contaba con ello con la supuesta complicidad del cura de labregos. Pero por encima de don Sebastián se trazaban otros planes.
La procesión terminó de dar la vuelta a la iglesia y se detuvo en el mismo sitio de donde habían partido, La gente se volvió apelmazar formando un tumulto alrededor de la imagen, para no quedarse sin sus peticiones.
A espaldas de Don Sebastián el obispado lo único que quería era atar muchos cabos en un solo nudo, y había hecho llamar hacia tres días al párroco de Labregos para que fuera al obispado. Allí, del secretario del obispo en persona, recibió la orden de que el hijo de Don Sebastián entrase en el seminario para en un futuro controlar a don Sebastián y si fuera el caso sus bienes.
El cura de labregos, siguiendo las instrucciones recibidas, aprovechó ese momento, antes de regresar el santo a la iglesia, cuando la gente se agolpaba alrededor tratando de tocar la imagen pidiéndole favores y haciéndole promesas al san Antonio; para en voz baja aconsejar a don Sebastián que apartase a su hijo de su madre, garantizándole que usando sus influencias en el obispado el niño podría entrar en el seminario y allí, lejos de las criticas y los ojos de los demás, le enseñarían la instrucción adecuada.
Don Sebastián, en su posición, no podía negarse a la ayuda que se le ofrecía sin delatarse el interés natural que tenía por el Sisa, como su progenitor, y accedió a ello maldiciendo para sus adentros al diablo y toda su progenie.
Volvió a sonar la campanilla y los costaleros, en medio de la multitud, empujaron la imagen de regreso a la iglesia.
Como dije: era un cielo
imperfecto y raído ocupado por una neblina grisácea.
mvf.
mvf.
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