continuación del asalto.
Después de la matanza, abandonaron los cadáveres de
sus víctimas para que la selva diera cuenta de sus cuerpos, y comenzaron su
regreso llevándose el botín. Ahora eran ellos los que iban abriendo camino con
los machetes por la espesura de la selva. Malhumorados maldecían con frecuencia
echándose en cara por que no habían dejado hacer todo el trabajo a los
italianos, siguiéndoles en silencio, para después matarles cuando hubieran
salido al claro de la espesura.
Al cabo de tres horas llegaron donde confluían dos
ríos, mezclándose las aguas para continuar su trayecto haciendo eses, en la
distancia de la selva. El camino a seguir ahora era fácil distinguirlo por el
color marrón que traían las aguas de remover la tierra y lavarla en busca del
oro. Ya habían estado más de una vez en aquel lugar. Desde allí, subiendo el cauce del rio, tendrían media jornada más de
regreso pero dado las horas de la tarde decidieron acampar en el sitio
para pasar en aquel lugar la noche; y al comenzar el día siguiente reanudarían el
viaje y llegarían a media mañana al campamento de los mineros.
Makarisa con el cansancio de la jornada no tardó en
caer dormida. Por la noche despertó en medio de la vida de la selva, con
las manos doloridas por los grilletes que llevaba en sus muñecas y en el
cuello. Cerca de ella oía roncar al hombretón pelirrojo de ojos azules y
aspecto tan feroz, supuso que sus dos compañeros estarían cerca vigilantes, Al
otro lado de la hoguera vio otro cuerpo cubierto con una manta; el tercero
estaría en algún lugar de la espesura durmiendo con su escopeta. Al estar en su
territorio estaban confiados.
Volvió la vista al cuerpo del gallego, ella nunca
había visto un hombre de aspecto tan feroz, con marcas en la cara, pelo rojo, y
ojos tan azules. Al verlo dormir como un niño se acercó a rastras para
refugiarse del frio de la noche junto a su enorme cuerpo.
Al notar el contacto de la mujer, el
gallego se dio medía vuelta echando su brazo por encima de ella. Macariza
sorprendida arrimó la mano a su pecho en busca de calor.
La ciega y sorda mano del gallego, al despertar sobre
ese pecho desnudo comenzó a deslizarse sobre el cuerpo de la mujer acariciando
inconscientemente su piel para que ella cediese y poderse echar sobre su
vientre. Sorprendida por las caricias suaves del tacto de esa mano áspera y
ruda Macariza se reveló a sus intenciones y se subió sobre el gallego para
montarle; y sus cuerpos empezaron a moverse ardientes, entre las sombras de las
llamas, hasta que él se vertió dentro de ella. Al terminar se echo de lado, con sus grilletes, junto al enorme cuerpo. Entonces el gallego se dio media vuelta y la rodeó con sus brazos para seguir durmiendo, y aunque ya había poseído muchas putas
el gallego decidió que se quedaría a Macariza para sí.
Y allí en la selva fue concebido el criollo de nuestra
historia.
mvf.
- ya después de tanto tiempo no sabía lo que era
escribir
,bueno.
,bueno.
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