Todo empezó el día en que la hija de la bruja se encontró con su primo Garbancito. Como siempre que se veían y no andaban apurados, se paraban un rato para contarse cosas que les ocurrieran a cada uno, desde la última vez que se encontraron, y este le contó lo del accidente en el que murió el Berrocán, un vecino del pueblo, y como dias antes fuera a visitar a la tía, la bruja, para que le leyera la mano y le había vaticinado una vida muy larga.
Al día siguiente del encuentro, la hija de la bruja se acercó a casa de su madre para hacerle una visita, después de dejar a su hijo en el colegió.
La casa, como siempre, estaba desordenada y llena de mugre.
Mientras se preparaban el café de puchero para
tomar juntas, Cenizo, el gato negro de la bruja apareció maullando en la cocina y empezó a
dar vueltas alrededor de las dos ronroneando a sus pies.
La bruja hacia tiempo que no había visto a su nieto y preguntó a su hija por él y cuando lo traía a casa para que lo viese.
- Te voy a mandar a alguien que te haga la limpieza- le respondió la hija.
- No quiero que venga nadie a limpiar. Si mandas a alguien la echaré a patadas de la casa.
La bruja no quería que su hija se diera cuenta de que ya apenas veía con las cataratas que tenía en los ojos pero no lo pudo ocultar y se delató cuando confundió la sal con el azúcar y saló el café.
-
¿Madre, sabias que el Berrocán cayó con el coche por un barranco y se mató? - Soltó de repente la hija, posando el pocillo en la mesa, después de sorber el
café salado.
- Que extraño - le respondió sorprendida, a su hija - hace un par de semanas que vino a hacerme una visita para que le leyese la mano y vi que tenía muy larga la linea de la vida.
- Mama, ya es hora de ir al medico para pedir cita en el oculista.
- Hija, en noventa años que tengo no fui una sola vez al medico y no pienso ir ahora- dijo, espigando su cuerpo huesudo, para mostrar que estaba sana.
A pesar de su edad la bruja estaba más fuerte que una vara de tejo y aunque no
paraba de quejarse de todo tipo de achaques estos no eran más que
triquiñuelas para
que su hija estuviese pendiente de ella por teléfono y fuera a casa a visitarla con frecuencia.
- Tienes que ir al medico para pedir un volante e ir al oculista y de paso te viene bien que te hagan una revisión de salud.
- Nunca tuve problemas de salud y cuando hubo alguna cosa, como bien sabes, no salen de la familia - respondió de nuevo la bruja.
Se pusieron otro café, pero esta vez le echaron azucar, hablaron de cosas mientras lo tomaban, y al terminar se dieron un beso al despedirse.
La consulta tenía dos sillas delante de la mesa del medico y vieron que la doctora que les iba a atender era una mujer no mayor de treinta y cinco año, de pelo castaño, con una bata blanca en la que asomaban una serie de lapices y un termómetro en el bolsillo a la altura del pecho.
La doctora les miró con unas gafas de pasta negra, cabalgando por encima de sus narices, detrás del
monitor de un ordenador colocado encima de su mesa, mientras entraban.
- ¿A ver. Que le
pasa?- preguntó cuando se sentaron frente a ella.
- Es mi madre.
- Es Ud. Ursulina Expósito?
Si- asintió la bruja.
- Bueno y que le pasa a su madre.- preguntó pasando la vista sobre las dos.
- ¡Yo no tengo nada!- dijo la bruja.
La doctora ya estaba experimentada con gente mayor que no quería ir al medico, tal vez porque tomar esa decisión cuestiona la seguridad que tenemos de que todo está bien y no nos pasa nada, y finalmente cuando acuden al medico por una tirita hay que coser.
- ¡Pues vamos a ver si es verdad!- soltó la doctora
- La tuve que traer para que la hicieran una revisión, que ella no quería. Además está perdiendo la vista; que es por lo que vinimos principalmente, para que nos hiciera un volante y llevarla al especialista - dijo la hija poniendola en antecedentes
- ¡A ver Ursulina váyase junto a la camilla y desabotonose la camisa!
La bruja se sentó encima de la camilla y mientras se desabrochaba la blusa, se fijo en el monitor donde leía la doctora.
La bruja aprendió a leer en un libro sin letras; cuando de niña le llevaron al bosque a casa de una tatarabuela, y esta le enseñó a leer los signos garabateados en un viejo libro apergaminado, que contenía la historia de la familia, las plantas y seres vivos que les rodeaban, como hacer todo tipo de medicinas para curar sus dolencias y los conjuros de la familia.
Su hija en cambio, aprendió en un colegio de monjas recomendada por don Sebastián el cacique que no se quería morir. por que estaba en deuda con ella. por las infusiones que le preparaba para que sus criadas no engendrasen sus hijos bastardos.
La doctora abandonó la luz del monitor y fue tras ella .
-¡ Diga treinta y
tres!
La anciana repitió el numero de muy mala gana mientras la doctora presionaba el frio estetoscopio en su espalda, escuchando como sonaban los ecos dentro de su pequeño pecho.
- ¿Y eso para que es?
Preguntó la bruja cuando sacó un otoscopio que llevaba en el bolsillo de la bata.
- ¡Para ver como tiene los oídos!
Mientras
se dejaba tirar de las orejas y la doctora miraba en el interior de sus oídos, la
bruja pensaba si por los oídos la doctora pudiese saber lo que estaba
pensando de ella en ese momento.
Los oídos estaban llenos de cera y pelos
¿Oye bien?
- ¡Oigo perfectamente!
- Después de limpiar el estetoscopio, la doctora cogió una lengüeta de madera para bajar la lengua y mirar dentro de la garganta de la bruja.
- ¡A ver. Abra la boca!.
- ¡Ah …! - dijo la anciana.
-
Vale. Vístase- y la doctora regresó a su mesa para escribir en su libro de luz. Al terminar salieron unos papeles de
una impresora que tenía detrás de ella. La doctora se giró
para recogerlos y se los entregó a la mano extendida de la hija de la bruja, que los recogió.
- ¿Como dice? ¡ No me van a quitar ni una gota de sangre! -exclamó la anciana, con los ojos, al oir lo que dijo la doctora.
Pero la doctora continuó impasible
- Después de que se deje hacer la extracción de sangre, pidan cita, el mismo día, para una semana después, para venir a ver los resultados. Y cuando venga miramos de quitar esa verruga que tiene en la cara, que tanto le afea.
La
bruja sintió que se desmayaba y se tuvo que agarrar al brazo de su hija para no caerse de la silla, y cuando lo hizo, echó en voz baja una maldición a la doctora:
- "que se ponga a hablar el monitor que tienes encima de la mesa y te echen a la calle".
¿Y quien se acordará de las palabras cuando el monitor hable?
Ya fuera de la consulta, se dirigieron a pedir la cita para enfermería, para extracción de sangre, para la analítica, y la cita del oculista. La bruja, aún no se había repuesto de la visita al medico y caminaba apoyada en
su hija.
- ¿Pregunta cómo se llama la doctora?
El hombre del mostrador, cuando les entregaba la cita para enfermería y el volante para el oculista, les respondió:
- su medica se llama Grimelda Belladona.
-Mama. Estarás contenta. La doctora se llama Grimelda como la madrastra de Blancanieves.
- ¡Hija, hiciste bien en
traerme al centro de Salud. Esta doctora es más mala
que la lana de gato!
mvf
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