El caso es que el marido de una vecina
que no creía en la oración entró de repente en el dormitorio de su casa, y el
cura, como el armario estaba lleno, salió por la ventana con tan
mala fortuna que resbaló y cayó rompiéndose el cuello. Deja cuatro
desconsoladas viudas y cinco sobrinos y un montón de deudas
desatendidas.
La sagrado, fue una de las
primeras en enterarse de la nueva situación. Llamó a quasimodo y
le dijo: - Tu tío a muerto -.
- ¿ y como fue ?- , preguntó
quasimodo.
- Parece ser que estaba corriendo
detrás de una gallina y tuvo una mala caída -
El día del entierro, aunque hacia frio,
vinieron un número importante de vecinos a dar la última despedida
. También de otros lugares porque la misa la iban oficiar siete curas
que se encargaban de las parroquias vecinas y que conforman lo que
ellos llaman la tabla para oficiar cuando despiden a uno de los suyos.
Como es habitual los vecinos
comenzaron a llegar media hora antes de la misa . Porque entre los
saludos de los asistentes se hacen los intercambios de pareceres,
contando todo lo que había ocurrido en los distintos lugares, fuera
interesante o no, desde la ultima vez que nos vimos.
No podían faltar las autoridades, no
por ser creyentes, que sus obras lo aclaran de inmediato, sino por
pura hipocresía para que los viéramos los asistentes al entierro . Y allí estaba
la concejala haciendo alarde de su cinismo, rodeada de los vecinos
más necesitados , quienes aprovechaban para reclamarle sus
necesidades de alumbrado publico, alcantarillado, cuidado de los
caminos ... o un hijo que es tonto y que hay que buscarle trabajo.
Ya el vocerío parecía competir con el
lento tañir de la campana a difunto, cuando llegaron los siete curas
que se encargaban de las parroquias de la comarca, a oficiar misa. Entraron a la iglesia, y con ellos los vecinos. La iglesia se
abarrotó enseguida. Fuera quedaron , los que aún les
faltaba por contar y los fumadores.
Cuando estaban los oficiantes en el
altar llegó don jesus. Se abrió un sendero por entre la gente
intransitable, y entró por el pasillo central y se situó en los
primeros bancos donde enseguida le hicieron sitio,. Un silencio se
hizo en la iglesia, tal era su condición y el respeto que le
tenían.
Don jesús era cura también , pero no
vestía los hábitos. Vivía como un ermitaño en una casa vieja, con
tierras, lejos de aquí, y se acompañaba de gente de malvivir y de
drogadictos que la gente no quería tener cerca, y mientras ellos , sus invitados como el les llamaba, le
atendían la huerta y los animales, don jesús les ayudaba a salir
adelante y les enseñaba a comulgar con el pan de la tierra y el sol
de la montaña.
Comenzó la misa de cuerpo presente y llegó el momento de
hablar del muerto, que como según se dijo: tenía un largo oficio
con el que atendía a la feligresía - , Y fue en ese momento en el
que más lloraron quienes le conocían.
El difunto, cruzaba sus brazos juntando
sus manos en el pecho, debajo de las que había un rosario.
En la cabecera habían puesto un gran cirio pascual, con un lazo morado y con el calor empezó a exudar un liquido lechoso y pegajoso de la cera. La feligresía al percatarse del hecho, lloraron más desconsoladamente.
En la cabecera habían puesto un gran cirio pascual, con un lazo morado y con el calor empezó a exudar un liquido lechoso y pegajoso de la cera. La feligresía al percatarse del hecho, lloraron más desconsoladamente.
Bajo del dintel de la entrada a la
iglesia el humo del tabaco de fuera se mezclaba con el del incienso.
Los otros detalles fueron los comunes
de cualquier entierro.
El día pasó y todos los asistentes
marcharon pendientes de lo que se pudiera saber, porque después de
treinta días de luto vendría un nuevo cura y como el entierro había
sido en jueves solo quedaban tres días para que enviasen a alguien a
oficiar la misa del domingo y circularan nuevas noticias.
Al cabo de un mes y como los que llevaban las parroquías vecinas no estaban interesados, llegó el nuevo
cura . Era un hombre alto y delgado con una gran sonrisa y unos ojos
grises.
Venía en una viejo citroen y bajaba
saludando a los vecinos,
estiraba su mano para saludar y decía:
- encantado de conocerle , espero verle por la iglesia el próximo
domingo - con un acento extraño y argentino: - hola... tu eres
... encantado de conocerles , espero verles por la iglesia el
próximo domingo -
- hola ... tu eres ... próximo
domingo - insistía.
Pero para sorpresa de los vecinos ,
unos días después, también aparecieron unos carteles pegados por los
árboles y en algunas puertas de cuadras viejas que llevaban tiempo
sin abrir,
que decían :
El próximo domingo se oficiará una
misa en memoria del anterior párroco. Realizará el rito sagrado
el nuevo cura párroco: - con letras grandes y en negrilla - . "
don pelayo ", quien se dará a conocer en ese día a
todos los vecinos.
Llegó el domingo. El nuevo cura, después de decir la
misa y salir las ancianas de la iglesia, y las cuatro viudas y los
cinco sobrinos, salió a despedirse de los asistentes en el atrio de la iglesia . Mientras la gente se alejaba por el camino, decidió que había que
cambiar la vieja campana del campanario y sustituirla por una campana eléctrica con
megafonía , que de paso, ya que el pueblo era sordo, haría oír la
misa por altavoces a todos los vecinos.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario