El sisa, apartado de los demás, jugaba bajo la atenta mirada de
marise, con un palo haciendo hoyos en la tierra de las jardineras que adornaban la plaza; mientras los demás niños jugaban con la pelota en la plazoleta del pueblo.
Su mama decía que su papa no quería ser marinero y
que emigró, para hacer dinero en las minas de valencia * venezuela. Un día
trabajando en la mina un derrumbe lo dejó enterrado a él, junto a ochenta mineros más. Y el sisa con la punta de un palo hacía huecos en la
tierra, para enterrar las hormigas. Las hormigas a duras penas conseguían desenterrarse, pero él con el palo revolvía la tierra y
las volvía a enterrar. Apareció una señora mayor, probablemente la
abuela o la tía, o vete a saber, de algunos de los niños, el juego se detuvo,
y después de hablar con ellos, finalmente les dio una peseta para golosinas y la señora marchó; no
tardó en organizarse una expedición para la compra de caramelos.
En la plazoleta desembocaban tres calles, en el
centro de la plaza había un crucero de piedra y trás el, por unas escalinatas separadas por unos durillos, se ascendía hasta un camino que conducía a la vieja ermita.
Los
niños que quedaron sin sus compañeros se aburrieron de jugar a la
pelota y empezaron a jugar al pilla, corriendo unos detrás de otros.
Las golondrinas, queriendo
imitarles, surcaban el aire por la plazoleta y se lanzaban por las callejas que terminaban en la plaza calle arriba, haciendo carreras como si fueran en pistas aéreas en el aire. entre las
callejas las que recorrían volando haciendo carreras como si fueran
en pistas aéreas en el aire.
Marise se acercó al sisa y le limpió un poco la
tierra de los pantalones mientras le preguntaba porque no jugaba con
los demás niños. El sisa con sus ojos grandes no paraba de mover el
chupete queriendo decirle algo, y marise volvió a preguntarle porque
un niño tan mayor andaba aún con chupete.
Fue entonces cuando el sisa se quitó el chupete y
le enseñó el diente que se le movía,
Marise cogió de la mano al sisa y con su dedo comprobó el diente que se movía le
tocó el diente que se le movía y contestó al mudo silencio :
- No te preocupes, a mi cuando me cayó un diente, mi
abuela me mandó que lo dejara debajo de la almohada y a la mañana
siguiente descubrí que la sirena de los dientes lo llevó por la noche dejándome a cambio un lazito
azul y un peine anacarado de regalo.
El sisa nunca había oído hablar del hada de los
dientes ni tampoco del ratoncito perez y escuchó asombrado la historia de
la señora blanca con pelo largo que venía del océano por las
noches a recoger los dientes de los niños para hacer collares igual
que nosotros hacemos collares con las conchas y las caracolas de la
playa.
Y para calmar la agitación interior de ese niño
preocupado, marise le dijo que prontamente le volvería salir otro
diente más grande ia la vez que le insistió de manera especial en que no extraviase el diente cuando le cayera - cuando
te caiga el diente lo guardas en el pañuelo y por la noche lo metes
debajo de la almohada y no te arrepentirás , ya veras como por la
mañana te encuentras un regalo.
Al terminar marise lo llevó cogido de la mano para
correr al pilla con los demás niños. Después de un rato corriendo, el sisa jadeaba y tuvo
que guardar el chupete en el bolsillo para poder respirar. Se pasó
lo que quedaba de tarde saltando y riendo, sin que nadie corriese detrás de él; soñando que volaba dando largos pasos como si fuera el gato con botas.
De regreso para casa se dio de cuenta que el
diente ya no le molestaba. A la noche, el sisa estaba feliz, tenía
de cena huevos fritos con patatas. Su madre se extrañó de la espontanea felicidad de su hijo después de lo callado que estuvo durante los días anteriores.
Cuando le ponían el plato con los huevos y las patatas fritas en la mesa, el sisa levantó
la mirada hacia su madre y le regaló una amplia sonrisa, entonces
su madre exclamó - !Te ha caído un diente¡ -
El Sisa comprendió de repente que a pesar de sus
esfuerzos para que no se supiese que un diente había empezado a moversele, no solo le había caído el diente
sino que lo había perdido y no iba tener su regalo por lo que se puso a llorar
desconsoladamente .
Le contó todo a su madre. Como hacía días había
empezado a moversele el diente y como lo había estado ocultando por miedo a que le riñese... Al acabar de oir la
historia de su hijo, la madre del sisa, enfadada, le dio unos azotes por tonto y lo
mandó a la cama sin cenar.
En su habitación el sisa se tiró encima
de la cama y como no tenía su chupete se metió el pulgar en la boca para buscar consuelo, y se quedó dormido.
En algún momento de la noche cuando soñaba
que su cama se levantaba
volando y caía encima de un camión de bomberos y que los bomberos lo
llevan a apagar un incendio dejándole tocar las sirenas del camión; las hormigas se vengaron de él y lo llevaron con ellas al interior de la tierra en donde se asfixiaban enterradas sin poder salir.
mvf
.
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