Don Galvino mandó a los niños que se desnudasen y les explicó que tendrían que meterse dentro de la caldera con unos cepillos para limpiar su interior.
Así que se habían desnudado quedando únicamente con sus calzoncillos les mandó ponerse unos trapos que había hecho, para que se taparan sus narices, y después les mandó entrar por la boca de la caldera por donde podían pasar por su pequeño tamaño de niños, al interior de la caldera donde el sisa y el abejorro cabían holgadamente.
Una vez dentro les pasó unos cepillos de púas de acero para que limpiasen el hollín incrustado en los pliegues y entresijos de la calder, por donde circulaban separadamente el agua y el aire caliente, y el fuego de las brasas avivadas en su interior.
Los niños obedecieron y mientras comenzaron a rascar con la púas de acero el hollín incrustado en las paredes, don Galvino desapareció.
Ya eran las doce cuando el sisa asomaba por la caldera imitando un gato negro.
- Miauuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
– maullaba el sisa;
Justo en el momento en que entraba el padre
prefecto, que venía a ver a los niños.
- ¡ UYYYYYYYYYYY !
Exclamó sorprendido el sisa al verlo,
mientras el abejorro, que de nada se enteraba desde el interior de la caldera,
trataba de pegarle con el palo del cepillo en la espalda. Quien viera la mirada del padre prefecto cuando descubrió al sisa con la cabeza asomada por la puerta de la caldera, maullando, diría que odiaba la felicidad de los niños; pero el padre no le había gustado lo que vio porque creía en la fortaleza y en la contrición del castigo. Pero estaba en el territorio de don Galvino y don Galvino dependía directamente del rector del centro.
Mientras el abejorro seguía atacando la espalda del sisa y le gritaba, sin enterarse de nada.
- ¡ Cuando venga
don Galvino le voy pedir una Catana, que pegándote con el palo de la escoba no
te dejo marca.
El padre prefecto se dio la vuelta y salió,
sin mediar palabra con los niños .Ya habían terminado cuando don Galvino regreso tirando de una manguera grande.
Después de ver el trabajo de los niños les mandó que metiesen la ropa en una caja y que la sacaran para fuera poniéndola a buen recaudo, en un lugar alto, porque todo se iba llenar de agua.
Cuando los niños volvieron entrar, don Galvino les tenía preparadas unas escobas grandes que les mandó coger, después agarró la manguera y abrió su boquilla expulsando un fuerte chorro de agua a presión que chocó contra las paredes. Mientras empezaban a clarear las paredes el agua negra comenzó a inundar la carbonera creando un rio que empezó a correr para fuera, ayudado por los dos niños que con las escobas empujaban al agua para que saliera por la puerta, desembocando en el patio exterior donde se creó un improvisado mar negro que desaparecía por el sumidero de las aguas de las lluvias.
Entonces don Galvino disimuladamente les echó a los niños un chorro de agua por encima y mientras se iban mojando, y su piel tornándose blanca de nuevo, todo volvió a ser un juego.
Y el sisa empezó a cantar, y con él el abejorro .
mvf.
No hay comentarios:
Publicar un comentario