Una tarde en que el rebaño de ovejas de la mujer del herrero, por un lado, y las ovejas de los de la labrada, por el otro, eran llevadas a pastar a unos prados vecinos; melquiades y su hermano pastor, después de darse unos saludos, oliéndose y dando vueltas alrededor uno del otro, decidieron ir a beber y mojarse, en el agua fresca y cristalina del rio, mientras sus cuidadas comían libremente, la hierba.
Cuando venían de regreso, contentos del chapoteo dado bañándose en el agua fresca del rio, descubrieron a la cabra de la campanera, que como de costumbre había escapado de su casa y estaba devorando en la huerta de una de las zarzas, y como sabían de las andanzas del animal caprino; porque en alguna ocasión cada uno fue reñidos por ello, acusándolos injustamente de no haber cuidado debidamente los sembrados de sus amos, cuando esta invadió a traición sus feudos; los perros decidieron aprovechar la ocasión para enseñar buenos modales a la cabra.
La cabra al ver que los dos perros se dirigían hacía ella, intuyo que la cosa iba para disgusto, y sin más perdida de tiempo, saltando la valla de la huerta fue a parar a la carretera.
Los perros, al ver el peligro que corría la cabra en la carretera, decidieron aparcar para otro momento la lección que pretendían darle, y apurarse a sacarla de la carretera antes de que fuera atropellada por algún vehículo.
En un instantes los dos estaban ladrando alrededor de la cabra, para que saliese de la carretera; pero esta, sin entender que los perros, con sus ladridos, querían decirle que saliese de la carretera antes de que viniese cualquier vehículo, trató de defenderse de ellos propinando un cabezazo a quien pillase. Pero los dos corrían dando círculos, y cuando enfilaba a uno con su cabeza, el compañero aparecía por el otro lado. Después de varios intentos fallidos, la cabra decidió cambiar de estrategia y echó a correr hacía un tractor cercano, que estaba aparcado en el arcén de la carretera, y de dos saltos se encaramó encima del techo de metal, que cubre el asiento del conductor protegiendo de la lluvia y el sol; desde allí arriba, al sentirse segura, mirando con sus ojos rectangulares a los dos perros, que daban vueltas alrededor del tractor esperando que bajase, comenzó a dar balidos burlándose por haber conseguido escaparse de ellos.
mvf.
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