jueves, 25 de enero de 2024

Una historia de detectives

 

A primera hora de la mañana, mientras desayunaba en el bar de la Sagrado, Quasimodo recibió un llamada del ayuntamiento. Llevó el auricular de su teléfono a la oreja y reconoció la voz de la concejala, pidiéndole que fuera investigar un robo ocurrido en el campo de fútbol. Apagó su teléfono y lo guardó en el bolsillo trasero del pantalón.

Se levantó para ir a pagar pero se detuvo y pidió un bocadillo de calamares fritos y otro café, para tomar mientras esperaba a que le hicieran el bocadillo y terminaba de leer el periódico, y regresó a la mesa donde estaba sentado. Quasimodo tenía un oído muy fino, y el entre bromas presumía ante sus amigos que era capaz de distinguir por el maullido de un animal si era gato, gata u otra cosa y el tono de voz de la concejala, preguntándole donde estaba no le gustó nada.
- ¿Lo vas comer aquí o es para llevar? -  preguntó la joven camarera, desde la barra.
- ¡Para llevar!
-Sabes. Forzaron la puerta del campo de futbol y entraron a robar.
Dijo en voz alta para que le oyera la joven que atendía el bar, que en esos momentos ya estaba en la pequeña cocina del bar, rebozando en harina los calamares para freír.

El campo de futbol era una pequeña elevación nivelada por una pala excavadora, al que se llegaba, después andar unos doscientos metros por un camino sin asfaltar, desde una zona de estacionamiento para automóviles. Pasada la medía mañana Quasimodo aparcó su moto de policía y se puso a caminar por el camino de tierra hasta su destino. El perímetro del campo de futbol estaba delimitado por un muro de bloques de hormigón, de una altura de tres metros. El muro solo tenía abierto una ventanilla donde la gente compraba las entradas para los partidos de futbol y una puerta grande metálica, con la altura y la anchura suficiente para permitir la entrada y salida de un camión de bomberos.

Las peculiares dimensiones de la puerta se debían a las objeciones del farmacéutico local, quien, a pesar de su desconocimiento sobre fútbol, poseía experiencia en farmacia y bomberos. Esta última preocupación se originó a raíz de la ayuda a su hijo en la preparación del examen de bomberos, que había comprado un par de días antes. El joven, un individuo golfo y simpático, que no tenía destino en la vida, finalmente aprobó y ahora conduce el coche bomberos de la comarca.

Al llegar al campo de futbol comprobó que la puerta estaba abierta. 

Una vez dentro su vista recorrió el interior, pasó por las gradas de cemento donde se sentaba el publico, por la hierba verde del campo, que crecía abundantemente; las porterías, una enfrente de la otra en cada extremo del campo; y un pequeño edificio donde se ubicaba la tienda donde se vendían las bebidas y los refrescos los días de partido de futbol, y por su parte de atrás el vestuario de los hombres donde se cambiaban para jugar a futbol.

Se dirigió hacia allí. La puerta de la tienda estaba abierta y su interior estaba desordenado. Con unas cajas de bebidas tiradas por el suelo.

En el interior del caseto se podía ver que quien fuese el ladrón había hecho un agujero en la uralita del techo para entrar a dentro.
Quasimodo sacó su libreta y su lápiz aerostático, el lápiz salió del bolsillo de su camisa y descendió para anotar en el blog cuadriculado:

Robo en el bar del campo de fútbol, anotó el día y la hora en que había llegado: nueve y media de la mañana.


Empezó a explorar el local.

 - ¡Hum .. !.-  No parecía que hubieran desaparecido los refrescos, ni los de naranja ni los de limón, ni las colas, pero había una bolsa abierta de patatas fritas y otra vacía de maíz tostado... 

Miró para las estanterías donde se colocaban para su venta, las bolsas de snack: patatas fritas, frutos secos, galletas crujientes ...  estaba vacío.

 
Quasimodo llevó el lápiz a la boca, pensativo. 

El lápiz se separó de la boca y quedó clavado en el aire. Después de unos momentos de suspense ... parecía que iba a bajar ... tenía la palabra para escribir en la punta del lápiz pero no pensaba salir. Cuando decidió bajar escribió: al ladrón no le gustan los refrescos de naranjas ni las colas, pero se ha llevado del local las bolsas de snacks

El ladrón entró haciendo un butrón en el techo, había estado en el local, y después forzó la cerradura de la puerta del local desde dentro para salir por allí, en vez de por donde había entrado.

El ladrón muy listo no debía de ser por que había entrado por el techo y se había tomado su tiempo forzando la cerradura de la puerta para salir por allí en vez de hacerlo de nuevo por el agujero que ya tenía hecho.
Estuvo dando vueltas hasta que resolvió el misterio. faltaba un barril de cerveza.

Cuando salió del local se paseo alrededor del campo del futbol por si encontraba más indicios.
Finalmente regresó al aparcamiento para coger su coche y regresar al pueblo.

Las pesquisas de Quasimodo tardaron pocas horas en dar sus frutos por que el ladrón había despertado a los vecinos por la noche cuando llevaba rodando un barril de cerveza por el empedrado de la calle, y varios se habían quejado de él.
No había que ser muy listo para atar cabos.

Quasimodo no tardó en encontrar al Sisa.

- ¡Quasimodo! - le dijo, el Sisa cuando se encontraron- A la noche te estuve buscando para invitarte. Ayer tuve una hija. No me dejaron entrar para verla en el hospital provincial, pero organice una fiesta con los amigos y lo celebramos por todo lo alto: con unas bolsas de patatas fritas, maíz tostado ... y unas jarras de cervezas de barril.

 

mvf

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