martes, 4 de junio de 2013

Las cosas importantes.


El coche de la policía local aparcó escuchándose el sonido de la grava del camino de la iglesia. 

Quasimodo abrió la puerta trasera del vehículo y sacó la chaqueta de policía municipal que guardaba en el maletero. Se la puso, ajustándola a su torso. Luego, extrajo su libreta de notas y un lápiz de un bolsillo de la prenda. Después de cerrar el coche, se puso a andar en dirección al camposanto. Quería vengarse de la humillación a la que le habían sometido el día anterior pues siendo él la autoridad en el territorio del ayuntamiento, invadieron sus dominios y lo relegaron a dirigir el tráfico de los coches atascados en el estrecho camino hacia la iglesia. Finalmente, cuando los hombres del juzgado se disponían a regresar a sus casas, la guardia civil lo ninguneó, obligándolo a retirar su vehículo como a un civil cualquiera. 

 

 


 

 

 

 

  Quasimodo, traspasó la vieja verja de hierro y camino entre las tumbas dispuesto a encontrar por su cuenta las pistas vitales que pudieran pasar inadvertidas y no supieron encontrar los investigadores del juzgado para dar con el paradero de Don Sebastián.
 Mientras deambulaba entre los nichos, buscaba entre la hiedras de los muros, la ruda y la celidonias del suelo.

Se agachó entre dos cipreses, próximo a un viejo pozo con argolla de hierro de la que colgaba una cuerda que ataba un caldero que solía utilizarse para sacar agua para los floreros y tiestos con plantas que adornaban las tumbas. El olor de los lirios y las rosas del cementerio llegaba hasta él. Al incorporarse, extrajo su libreta del bolsillo y comenzó a anotar. Levantaba el lápiz en alto y, trazando círculos como un antiguo avión de hélice, descendía hacia el papel cuadriculado de su bloc; de repente, escribió: "llevarle un ramo de flores a Marise".

—Las cosas importantes comienzan sin que uno se dé cuenta —murmuró para sí mismo, sorprendido por lo que acababa de escribir. Permaneció un rato meditabundo y, finalmente, sin encontrar nada que hubiera pasado desapercibido, decidió regresar a las dependencias municipales del ayuntamiento.

 Cuando Quasimodo salía del camposanto y se dirigía al vehículo para regresar al pueblo, se encontró con la mujer del herrero que venía de regreso con el rebaño de ovejas que estuvo de pastoreo en un campo cercano a donde estaba la iglesia. 

 El rebaño venía dirigido por un pequeño perro lanudo de pelo rudo, de color marrón. Quasimodo y la mujer del herrero se saludaron al verse y se detuvieron para hablar; mientras, el perro corriendo alrededor del rebaño, manteniendo las ovejas unidas, continuaba con el rebaño para su destino. Finalmente los dos se despidieron sin llegar a decirse nada nuevo sobre la desaparición de Don Sebastián. Quasimodo montó en su vehículo y desapareció por el camino. Más tarde las ovejas continuarían también con sus pesquisas en la hierba del camposanto.
 La noticia no tardó en correr por toda la comarca. Unos dijeron que la viuda, la tía la rica, y su sobrino habían llegado a un acuerdo y querían vender la tierra a sus caseros para repartirse la herencia, y Don Sebastián, que durante en vida, solo permitió que sus caseros apenas tuvieran lo suficiente para sobrevivir para tenerlos siempre esclavizados, se levantó de la tumba para impedirlo. Otros, los que menos entienden de estas cosas, afirmaban que el motivo de la desaparición del cadáver de don Sebastián estaba relacionado con que tenía un hijo fruto de una relación fuera del matrimonio y que este se había personado en el juzgado pidiendo que se hicieran las pruebas de paternidad, al difunto, para poder reclamar la parte de su herencia. 
Sea cual fuese la verdad los caseros, preocupados por este asunto, tomaron sus medidas porque con la desaparición del cuerpo de don Sebastián temían que cualquier momento pudiera estar cerca de sus hogares y aprovechar la noche para cobrarles en efectivo el alquiler en persona.
- María, si  por la noche el espíritu de Don Sebastián llamase por teléfono ¡ se le cuelga y punto ! - advirtió uno de los arrendatarios tomando precauciones por tan extraña situación.


mvf. 

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