miércoles, 21 de septiembre de 2016
la nieta de la bruja 2
La hija de la bruja había nacido bienaventurada en la cocina y cualquier receta que hacía en sus marmitas se convertía en un manjar exquisito. Este raro don conllevó muchos quebraderos de cabeza dentro de su familia hasta que finalmente, pensando en que lo mejor era la felicidad de la hija, la bruja accedió a que su niña abriera un restaurante de carretera.
Los sesos de cordero rebozados, el corazón de ternera, o el hígado encebollado, se convertían, en sus manos, en manjares para los paladares más exquisitos y por eso no tardó mucho tiempo en tener el mejor restaurante de la comarca; y al mediodía, incluso desviándose de sus rutas varias decenas de kilómetros, todos todos los camioneros y viajantes que operaban por la zona se juntaban para comer allí.
El restaurante estaba situado al lado de la carretera, cerca de un robledal, con una explanada enfrente donde podían aparcar espaciosamente mas de cincuenta vehiculos de todas las dimensiones.
Todo estaba preparado en la cocina y en los alrededores empezaba a oler la grasa quemada de la carne en la brasa.
Las primeras mesas del restaurante ya se habían llenado y las dos camareras, que tenía contratadas para servir a los clientes, danzaban de un lado a otro, cuando la hija de la bruja desapareció para atender una llamada telefónica.
Los clientes, acostumbrados a ver a la jefa, con el mandil tapando su tripita, preguntando a unos y a otros lo que iban a comer; dando instrucciones a la cocina y ordenando a las camareras que fueran sirviendo aquí, o retirando los platos vacíos allá; enseguida se extrañaron de no verla corriendo por entre las mesas y comenzaron a preguntar: - ¿qué había ocurrido, donde se había metido la jefa?
Por más que preguntaron nadie logró descubrir el motivo de su desaparición.
Ese día no fue lo mismo.
Al llegar a casa por la tarde, después de cerrar el restaurante, la hija de la bruja se metió en su habitación, se tiró encima de la cama, y entre sollozos y tras mucha insistencia de su marido aclaró que le llamaron de la clínica para darle el recado de que la doctora había dicho que no iba tener una niña, si no un niño.
Como la hija no quería llamar a su madre para explicarle lo ocurrido, al anochecer su marido llamó a su suegra, la bruja, para contarle lo ocurrido y decirle que había que ir a la tienda y cambiar el carrito rosa que había comprado, que no podía ser de color rosa para un niño.
Esa noche la hija de la bruja no paró de llorar, incrementándose su llanto cuando su marido le dijo que tendrían que cambiar la habitación y los juguetes que habían pensado comprar para la niña; por que a ella no le gustaban los juguetes de niños, aborreciendo especialmente los balones de futbol, y las espadas.
Al día siguiente la bruja bajó al pueblo para ir a la tienda donde había comprado el carrito de bebe. Al entrar, un niño que probaba un patinete corriendo de un lado al otro de la tienda, se dio de frente contra ella; sus padres cogieron de la mano al niño y sin atender a las protestas de su hijo, salieron de la tienda aterrorizados al reconocerla.
La dependienta, una joven menudita, morena y muy sabidilla, así que la vio ya sabía para que venía la anciana.
- ¡Los encargos no se pueden devolver! - le dijo sin darle tiempo a acercarse al mostrador para decir lo que quería.
La dueña, que desde una ventana que tenía en su oficina podía ver todo lo que ocurría en la tienda, había visto toda la escena y para evitar males mayores apareció en el mostrador para ayudar a la infeliz dependienta.
- Hija no ves que esta señora es clienta de la tienda y hay que ayudarla en todo lo que se pueda.
La bruja le contó lo ocurrido y que venía a cambiar el carrito de bebe que compró, por un carrito para niño.
- ¿ No ves que ella no te pide una devolución, que lo que quiere es cambiar la comprar por otra? - inquirió la jefa a su empleada.
- Pero...
- Ni pero, ni nada, tu vete hacer otra cosa que ya me yo de todo.
Así que la dueña sacó todos los catálogos con carritos para niños, de la tienda, hasta que finalmente la bruja dio con lo que buscaba: un carrito de color azul oscuro como el brillo del pelo del lobo negro, bajo la luz de la luna llena en las noches de invierno.
Y después de pagar una pequeña diferencia, se aseguró, como en la anterior vez, que el carrito estaría dentro de 13, días, ni más ni menos; para que viniera a recogerlo su hija.
De regreso a casa la bruja echaba sus nuevos cálculos:
su nieto nacería el seis de enero, el día de los reyes magos, y sería entonces un poderoso brujo que aterrorizaría a toda la comarca.
mvf.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario