sábado, 7 de julio de 2018

Las bendiciones

Al terminar de dar las bendiciones para que la tierra fuera generosa y fecunda, y los animales procreasen abundantemente, la procesión volvió a ponerse en marcha para descender de la cima del monte. Ahora la gente que acompañaba al santo, cargada con sus bendiciones, iba más ligera en la procesión de regreso a la iglesia. Cuando llegaron, el paso del santo se detuvo y los músicos se apartaron para colocarse en lado izquierdo de la entrada de la iglesia desde donde seguirían tocando desde allí; mientras los costaleros, entre la multitud que había vuelto a agolparse alrededor de ellos, iniciaban la ardua tarea de regresar, con el paso al hombro, al interior de la iglesia.
Ya habían abocado el santo a la entrada de la iglesia, cuando entre tanto gentio Max descubrió una joven que tendría la misma edad que él; llevaba un traje verde, adornado con piezas de azabache, que al recibir los rayos del sol destellaban en medio de la multitud. La joven, tal vez sitiendo que era mirada, giró su cabeza y cuando sus miradas se encontraron, Max quedó sin respiración al ver sus ojos clavados en él.
De repente Max no pudo seguir tocando y empezó a sentir que un ardor recorría todo su cuerpo y que la sangre golpeaba bajo sus sienes al ritmo del latido de su corazón desbocado. Solo volvió a recuperar su tranquilidad cuando la joven desapareció consiguiendo entrar en la iglesia tras el santo.
Lo que había sentido le había dejado perplejo pues nunca hasta ahora sintiera nada parecido. Sin saberlo había quedado prendado de esa joven que en nada se parecía a las jóvenes curtidas en el campo, lozanas y fuertes, que él conocía.




mvf


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