Al terminar de dar las
bendiciones para que la tierra fuera generosa y fecunda, y los
animales procreasen
abundantemente, la procesión volvió a ponerse en marcha para
descender de la cima del monte. Ahora la gente que acompañaba al santo, cargada con sus bendiciones, iba más ligera en la procesión de regreso a la
iglesia. Cuando llegaron, el paso del santo se detuvo y los músicos
se apartaron para colocarse en lado izquierdo de la entrada de la iglesia desde donde seguirían tocando desde allí; mientras
los costaleros, entre la multitud que había
vuelto a agolparse alrededor de ellos, iniciaban la ardua tarea de
regresar, con el paso al hombro, al interior de la iglesia.
Ya habían abocado el santo a la entrada de la iglesia, cuando entre tanto gentio Max descubrió una
joven que tendría la misma edad que él; llevaba un
traje verde, adornado con piezas de azabache, que al recibir los
rayos del sol destellaban en medio de la multitud. La joven, tal
vez sitiendo que era mirada,
giró su cabeza y cuando sus miradas se encontraron, Max quedó sin
respiración al ver sus ojos clavados en él.
De repente Max no
pudo seguir tocando y empezó
a sentir que un ardor recorría todo su cuerpo y que la sangre
golpeaba bajo sus sienes al ritmo del latido de su corazón
desbocado. Solo
volvió a recuperar su tranquilidad cuando la joven desapareció
consiguiendo entrar en la iglesia tras el santo.
Lo que había sentido le
había dejado perplejo pues nunca hasta ahora sintiera nada parecido.
Sin saberlo había quedado prendado de esa joven que en nada se
parecía a las jóvenes curtidas en el campo, lozanas y fuertes, que
él conocía.
mvf
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