jueves, 19 de julio de 2018

nación de Breogan.



Mientras los fieles en el interior de la iglesia hacían las últimas manifestaciones de devoción al santo, fuera, la gente comenzaba a dirigirse para el lugar de la feria. 
Los musicos de la banda de tambores y cornetas, después de dar por terminado su trabajo, se dirigieron hacia la salida del campo de la iglesia para subir al autobus, un hispano-suiza de aquella epoca, que les estaba esperando para llevarles de regreso a la capital, de donde habían venido.
 Por su parte los gaiteros partían también con la gente en dirección a la carballeira*robledal, donde tenía lugar la feria, dispuestos a tocar por unas monedas o simplemente por un vaso de vino, un rabo de pulpo o un trozo de empanada.
El resto de la  gente que aún quedaba en la iglesia ya vendrían detras de ellos.

Es verdad que Max desentonaba entre los gaiteros: hombres correosos y flacos, curtidos por los caminos y el sol; pero desde el primer momento fue tratado como uno más y por ello a lo largo de la jornada, durante la fiesta, todo el mundo fue a invitarlo a que bebiera aguardiente para probar su hombria, sin preguntarle quien era ni de donde venía. Y Max feliz de tanto agasajo bebió y tocó hasta bien entrada la noche, en que los ruidos de la fiesta se fueron apagando, y rendidos por el alcohol y el cansancio acabó durmiendo en un pajar, junto con otros que como él habían pasado toda la jornada bebiendo y tocando.
Al día siguiente, con los primeros rayos del sol, Max se despertó y descubró que había gente durmiendo al lado de él. 
Sin hacer ruido salió fuera del pajar y vió que cerca había un pozo de donde se sacaba el agua con roldana, con un caldero de zinc atado a una cuerda. Echó el caldero al pozo y sacó agua para lavarse y beber. El agua estaba fresca y limpia, y bebió abundantemente; después se mojó la cara para terminar de despertar. A continuacíon se quitó su chaleco y se abrió su camisa, mostrando un pecho joven y vigoroso, de piel blanca, limpio de pelo; para echarse agua por encima y limpiar el sudor de su cuerpo. Luego se volvió a abotonar la camisa y a ponerse el chaleco, y sacudiendose los restos de paja que aún llevaba encima, remató su aseo mesando sus cabellos con las manos mojadas con agua.

Una vez hecho esto, Max regresó de nuevo al pajar y descubrió que encima de la paja, tirada por el suelo a modo de cama, aún permanecían dormidas tres personas más: eran dos gaiteros y un tamborilero, que junto con él habían pasado allí la noche, metidos entre la hierba seca, para protegerse del frio del alcohol y de la noche. 

 No sabía como había terminado durmiendo en un pajar, lo único que recordaba eran los ojos verdes de la joven que había visto en la procesión, y ese recuerdo le hacía sentir un gran vacio que solo se llenaría volviendo a verla. 

 Se puso a revolver entre la paja buscando el petate en el que guardaba su instrumento y despues de encontrarlo, volvió a salir del pajar y se encaminó para el campo de la Iglesia, donde había visto a la joven por última vez.

El lugar estaba desolado, y el silencio reinaba allí después de haber soportado la multitud el día anterior, y al acercarse a la iglesia descubrió que uno de los gaiteros, que habían estado a su lado acompañando al santo en su procesión, había regresado también al lugar y había pasado allí la noche durmiendo, refugiandose bajo el portico de la iglesia.

Trató de no hacer ruido pero este despertó al sentir su proximidad y se levantó. Después de desperezarse se dieron las presentaciones que no habían hecho el día anterior, preocupados más en el festejo que en la vida social; pues los gaiteros venían de todas partes a la feria de San Isidro para tocar y beber el día entero del santo hasta el amanecer.

El gaitero se llamaba Toribio y había nacido en un pueblo proximo a la frontera con Asturia y sin saber en que día estaba, ni quitarse la mugre de haber dormido en el suelo; como si no hubiera terminado la fiesta, con los ojos entrecerrados se llevó el puntero a la boca y empezó a tocar su gaita haciendo sonar el himno de Galicia.

Al oir sonar las primeras estrofas Max se puso a tocar con él y al cabo de un rato, bajo las columnas que apoyaban el portico de la iglesia, los dos juntos tocaban el himno de Galicia.

Max que nada sabía de politica se había olvidado que era molinero y se había convertido en un gaitero de la nación de Breogan.



mvf.









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