Después de
tocar en el campo de la iglesia, Max regresó con su amigo al lugar
donde había pasado la noche. Al llegar ya no encontraron a nadie,
hacía rato que los que habían quedado allí se habían despertado y
marchado; pero hasta donde estaban llegaba el ruido distante de alguien que golpeaba de manera ritmica en la corteza de un árbol, y como si fuera una
señal que les llamara se dirigieron en esa direcciòn. Tuvieron
que vadear el rio y a medida que se aproximaban al lugar de donde
provenían los golpes, les fue llegando un olor a carne asada, que recordó a sus estomagos lo vacios que estaban, y entonces empezaron a oir las voces
de sus compañeros. Cuando llegaron descubrieron que sus amigos
habían robado un cordero, como pago de sus servicios gratuitos por
haber amenizado con su presencia la fiesta del dia anterior; y
después de desollarlo y asarlo encima de las brasas de una hoguera,
lo estaban devorando avidamente. Y así que estos
les vieron llegar les alzaron una bota de vino en señal de amistad,
invitandoles a que comieran con ellos lo poco que quedaba.
El tamborilero, no se sabe si por que era hombre de poco apetito o por que se había
saciado, con
el remordimiento de los últimos balidos que diera el animal pidiendo socorro a su amo, al verse acorralado y próxima su muerte; repiqueteaba con sus
baquetas encima del tronco de un árbol, haciendo bailar con su ritmo los pies de los presentes
mientras estos comían y
bebían sentados en el suelo.
Al mediodía
ya no quedaba nada más que
comer del sacrificio que se habían regalado y antes de que algún
vecino del lugar viniese a preguntar por el paradero del cordero,
ofrendado al hambre que moraba permanentemente
en sus estomagos vacios, los musicos de los caminos se despidieron, dandose cita en
las próximas fiestas y ferias venideras que conocían, e invitando a Max a que
fuese a ellas para tocar juntos.
Al terminar cada uno marchó para su lugar.
Al terminar cada uno marchó para su lugar.
mvf.
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