El
chino podía ser panadero, zapatero, cartero, o hasta abrir otra barbería en el pueblo, si fuera necesario, pero no podía
ser campanero, porque nunca se le tenía visto por la iglesia.
-¿De qué religión sería el chino?
El barbero sacó a Garbancito de su silencio.
- ¿Que tal están los difuntos?
preguntó, sin detener las tijeras y el peine que trabajaban por su alborotado pelo, rizo.
A Garbancito, no le gustaba hablar de los muertos,
pero respondió
- Está semana, la gente anda algo apurada limpiando nichos y poniendo
flores a sus difuntos, por la proximidad del día de todos los santos, pero a los muertos del cementerio no les gusta nada el ajetreo; para ellos estas fechas perturban su tranquilidad y no les deja dormir.
-¿ Les
gustaran que les limpien las yerbas que crecen alrededor de sus
nichos y que les ponga flores? Digo yo - Espetó la abuela de los labrada desde su
esquina. donde esperaba que le arreglasen su pelo corto, pues tenía cerrada la peluquería.
Garbancito sabía bien que los muertos preferían más
los líquenes y los musgos, que todos los lirios y crisantemos que ponían de adorno en sus tumbas. Pero calló. y como no le respondió la abuela de los labrada continuó:
- Les gustará que les lleven noticias de la vida que abandonaron.
- ¡Aja! - exclamó el
barbero, apoyando lo dicho por la abuela de los labrada - querrán
saber si se casó una hija o un hijo o cualquier otra noticia de sus casas ...
Las tijeras seguían el movimiento de la
conversación.
- Ahora, en
el pueblo, hay muchas casas vacias y ya no queda gente que vaya a ver a sus muertos - habló
Garbancito - y muchos de los que se marcharon los incineran a su
muerte y ninguno vuelve aquí.
las tijeras y el peine se detuvieron - Se acabó - dijo el barbero y ...
Una vez en la calle,
Garbancito giró para la izquierda y empezó a caminar de regreso a su casa. Al llegar, lo primero que
hizo fue hacer una llamada telefónica.
- Marcó el número y
esperó que cogiesen al otro lado y cuando oyó que habían
descolgado preguntó
- ¿Eres Miguel?
- ¿Si, Quien
eres?
- Soy Garbancito.
- ¡Ah ... !- se oyó, sobrecogiéndose la voz del otro lado del teléfono, al oir su nombre, por que a
Garbancito los vecinos le relacionaban con cosas extrañas relacionadas con el más allá.
- ¿Que tal. Que quieres? - preguntó temiendo alguna mala noticia.
- Miguel,
me mandó decirte tu
madre, que mucho lío montaste cuando fuiste por el certificado
de defunción para ir al notario, con que lo querías en gallego y no en castellano, y no hay quien entienda el nombre del que lo firmó.
mvf.
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