Garbancito estuvo dando vueltas bajo las sabanas, durante más de media hora, pero al ver que ya no iba conseguir dormir más se levantó, se puso encima de sus zapatillas y sus tripas le dirigieron a la cocina con un largo gruñido.
Entró en el desorden de la cocina.
Cogió la vieja cafetera italiana llena de hollín que estaba encima de la mesa y vació los posos del día anterior en el fregadero; la cargó de nuevo de agua y café, encendió uno de los cuatro fuegos que tenía el fogón y la depositó sobre la llama.
Se sentó perezosamente al lado de la ventana, estirando sus piernas bajo la mesa, se abrigó con la bata de casa y mientras esperaba que hirviese el café se puso a mirar para el exterior. La cocina daba a un pequeño jardín desaliñado en el que destacaban las rosas negras de mayo que habían brotado en los rosales. Entonces sintió una pesadez en los ojos que le obligó a cerrar sus parpados y en un instante, mirándole fijamente, apareció sentada frente a él la campanera.
- Garbancito - le dijo - me has de llevar a casa a ver a mi hija - y cuando empezó a silbar la cafetera echando borbotones, ya había desaparecido.
Se levantó apurado para que no escapase el café vertiéndose por encima de la cocina. Apagó la llama y retiró la cafetera para servirse el desayuno.
Habían pasado dos días desde la visita de la campanera en la cocina; y hoy después de ir en autobús hasta la parada de la iglesia, Garbancito se acercó andando hasta la casa de la campanera. Tocó el pulsador de la puerta con uno de su dedos gordos y esperó.
Al abrirse la puerta, la hija de la campanera se encontró a un hombre alto y corpulento, con pelo ondulado y pelirrojo que tornaba a ocre rosado a los lados de su cabeza por las canas, y de una palidez que le confería un aspecto singular; y que se dirigió a ella con una enorme sonrisa de niño.
-¡Hola! ¿Sabes quién soy?
- Tengo oido a mi madre hablar de ti. Tu eres de la familia de la bruja - le respondió la campanera- Eres Garbancito.
-Vaya cosas que tienen en los pueblos, ¿verdad?, aún siguen creyendo en la brujas. ¿Puedo pasar?
- Estaba recogiendo la casa. Han sido unos días muy complicados con la muerte de mi madre y me quería marchar mañana.
-Tu madre me dijo que viniera a darte un recado.
Por un instante se quedó pensativa con lo que acababa de oír, pero decidió darle paso para que entrara en la casa y escuchar lo que venía a decirle; dando por hecho que sería alguna encomienda, que en vida, su madre le había encargado que hiciera cuando estuviese muerta o algo así.
- Ya sabrás que mi madre está muerta Garbancito - respondió con sequedad, la hija de la campanera.
Tenía una taza de café encima del recibidor, donde la había dejado cuando abrió la puerta, y al recogerla le ofreció otra a Garbancito, y se sentaron los dos alrededor de una pequeña mesa camilla que había en la sala de la casa.
- Bueno y entonces que recado tenías que darme- le preguntó
Garbancito se echó hacía atrás, tornando su mirada al techo y le habló con la voz de su madre.
- Hola mi niña - le dijo - Ya sé que estás muy triste y apenada por morir sin habernos despedidos.
- ¡Mama!- exclamó al oírla
Ahora antes los ojos de la hija de la campanera Garbancito ya no era Garbancito sino que tenía ante ella a su madre
- Ya sé cuantas lagrimas has vertido por mi estos días. Pero aquí estoy ahora contigo para pedirte que dejes de llorar y que no tengas más pena porque me haya ido. He venido a decirte que estaré a tu lado si me sientes como viva pero no si me lloras como muerta, Si no lo haces así, el dolor de tus lagrimas nos volverá muy infelices y acabará haciéndome desaparecer en ti.
Durante el poco tiempo que duró la visión, la hija de la campanera fue llevada por su madre a distintos tiempos vividos juntas, para encontrarse de nuevo con su abuela, y otras personas queridas que habían sido olvidadas y que la saludaron de nuevo al verla.
En ese viaje comprendió que su madre estaba ahora en un mundo sin tiempo, donde podía, en una fracción de un instante, sin siquiera limite de espacio revivir cualquier momento ocurrido pasado y futuro. Y estaba viva a su lado.
Cuando Garbancito despertó, la hija de la
campanera estaba abrazaba a él, rodeando con sus brazos su corto y rollizo cuello de piel pálida, y dándole
un beso en la mejilla, le dijo:
- Gracias garbancito.
Garbancito, le respondió aún con la voz de la campanera
- Amalia ¿sacaste la tarta del horno?
- ¿La tarta. Que tarta?
En
ese
momento empezaron a desaparecer las sombras que habían tomado la casa
con el luto de los días pasados y a hacerse un placido silencio en el
que solo se oía el tic tac de un
reloj de pared.
Amalia se dirigió a la cocina para mirar en el interior del horno del fogón y descubrió que todos estos días, sin que nadie hubiese reparado en ella, había estado allí la tarta que le había hecho su madre.
Quitó la tarta del horno y como aún se conservaba bien, regresó con ella junto a Garbancito y le ofreció un trozo a probar.
- Si. Está buena - le dijo - Cortame un trozo para el café.
y se acompañaron el café con la tarta que la campanera había hecho para la hija, cuando murió.
- ¿Garbancito si los muertos viven en la memoria de los vivos, los vivos viven en la memoria de los muertos?
- No sé, Amalia. Cortame otro trozo de tarta, por favor.
y ...
mvf.
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