Pilar, la viuda del pollero era de la familia de los calamidades y su vida transcurría llena de accidentes.
Un día, intentando abrir una lata de bonito, con un cuchillo, se hizo un corte en la mano; otro día, cuando regresaba del banco de cobrar la pensión, resbaló en la acera de la calle y torció un tobillo. Subió a una silla para alcanzar una de las bolsas grandes de plástico en las que guarda las mantas de invierno, encima del armario de su habitación; se le rompió una pata a la silla y con la caída dislocó un hombro. Cuando fregaba le resbaló un plato de la mano y al barrer los pedazos, no se sabe como, una esquirla se le metió en la zapatilla y se le clavó en una planta del pie, y como no le prestó atención se le infectó y acabó teniendo que tomar antibióticos y hacer curas en el centro de salud. Otra vez, fue a buscar un bote de pepinillos a la despensa, se pilló los dedos con la puerta de la alacena, y se le puso una uña todo negra, la del dedo corazón, que terminó cayéndole. Como dije, Pilar es de la familia de las calamidades.
-¿Quieres bolsa? - preguntó la cajera.
-¡No!- Pilar abrió el bolso de color café que llevaba consigo y de su interior sacó una bolsa de plástico para la compra.
La chica cogió la bolsa y empezó a pasar la compra por la maquina registradora y a meterla en su interior.
Por último quedaba una caja de cartón, de una docena de huevos
- Los huevos los pongo de último en la bolsa para que no se rompan.
la cajera terminó de pasar la compra y puso en el interior de la bolsa la docena de huevos, encima de todo lo demás.
Cuando pagó y se dirigía a la puerta de salida, la mujer que estaba detrás de ella en la cola del supermercado, le hizo una señal para que la esperase.
Fuera de la tienda, la mujer le dijo a Pilar:
- Pilar. Si quieres huevos tengo bastantes.
- Gracias, pero tengo gallinas.
- Como vi que compraste una docena
- Es que mis gallinas son viejas y ya no ponen como antes.
- Y como no te deshaces de ellas y compras unas nuevas
- ¿Como me voy deshacer de la gallinas, si les tengo cariño?
Se despidieron y pasados unos dias, Pilar, después de regresar del gallinero con las manos vacías, removiendo su bizcocho dentro tazón con leche de la mañana, decidió aprovechar que era día de feria para ir a comprar tres gallinas nuevas.
- Compró las gallinas más ponedoras y bonitas de la feria - dijo el feriante.
- ¿Quiere que compruebe en el culo de las gallinas si llevan un huevo dentro?
- ¡Ni se le ocurra!
Pilar regresó a casa en el autobús, con sus tres gallinas metidas en una caja de cartón y lo primero que hizo fue cambiarse y ponerse su delantal amarillo con estrellas blancas, y al terminar se fue para el gallinero. Pero antes de sacar a las gallinas de la caja y meterlas en el corral del gallinero pensó que era mejor ponerle comida a las gallinas viejas para que estuviesen entretenidas; no fuera que les pareciese mal sus nuevas compañeras y fueran a picotearlas por invadir su territorio.
Se dirigió al pozo de la huerta y puso agua limpia en el abrevadero de las gallinas; trajo unas hojas de berza que troceó con un cuchillo viejo multiusos, que tenía en gallinero y además del maíz, que habitualmente les ponía de comer, les tiró unos puñados de grano de cebada; y cuando las gallinas viejas estaban más que entretenidas con el banquete especial, sacó las gallinas nuevas del interior de la caja y las puso en el interior del caseto del gallinero.
Las veteranas vieron aparecer las tres gallinas nuevas en el gallinero pero decidieron no prestarles atención, y continuar dándose el festín, satisfaciendo su glotonería, llenándose el buche de comida.
Por la tarde, atiborradas de comida, las veteranas paseaban por el patio escasas de ideas, somnolientas y perezosas, y en algún momento cada una se fue echando una buena siesta; decidiendo dejar el problema de las nuevas para la noche en que se repartirían los palos que tenían para dormir, en el caseto del gallinero. Las gallinas veteranas dormirían en las posiciones más altas y las tres nuevas abajo del todo.
Pero al llegar la noche las veteranas se encontraron que las nuevas sin consultar con nadie se cogieron los mejores sitios de la caseta y cacareándose unas a otras se alborotó el gallinero. Entonces, al oírse el escándalo desde la casa, se apagó la luz y como no se veían entre ellas, terminó el alboroto que se había montado. La solución quedaría para el día siguiente.
mvf.
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