Con
el cambio de la hora hay mucha gente que no se da aclarado, y pasa unos días si
la aguja de las horas del reloj para aquí o la aguja allí; otras no le dan
ninguna importancia, o ni se enteran, hasta que llega el día después y
alguien les dice : - ¿ Marise como te levantas a las siete de la mañana ?
.
O
bien : - Ya sale tu padre tomar unos vinos con los amigos, ya veras cuando no
encuentre a nadie y se entere que son las tres de la tarde - .
Yo
no entiendo porque tienen que andar cambiando la hora, para que después la
gente ande los días siguientes descolocada, o malhumorada.
La
noche del cambio de hora la compartí con el reloj de la habitación de mis
padres, con su cordial y sincero y odioso ... tas, tas, tas ...tas, tas, tas
.... tas, tas, tas ...* ya le llamó el yunque del platero.
El
reloj se lo regalaron a mi madre. el día que acompañó a mi padre , que es el
que está algo sordo, a comprar el pinganillo a la tienda después de conseguirse
que fuera a visitar al otorrino.
Mi
padre, a parte de la natural sordera masculina a oír lo que se habla sobre las
tareas de la casa, siempre hablaba a gritos para que la gente le oyese, y
bastaba con oír el claxon del coche, que se hizo instalar en el vehiculo porque
pensaba que los demás no le oían, para sospechar que algo iba mal. - es curioso
que las personas con audición reducida piensen que los duros de oídos son los
demás - .
Por
la mañana, cuando me levanté muy malhumorada por el cambio de la hora, decidí
hacer algo con el reloj, y se lo expuse a mi madre : - el caso es que esta
noche que se atrasaba la hora, con el ruido del reloj, estuve desvelada una
hora más .
Entonces
fue cuando, entre el amor maternal al reloj o a mi, mi madre accedió a que
retirase el reloj de la pared de su habitación, no sin añadir: - pero el reloj
funciona marise. algún oficio habrá que buscarle.
La
abuela de los labrada había salido de su casa con un carrito de la compra, en
donde había metido una poca ropa suficiente para unos días, y sus pendientes de
soltera. Llevaba sobre la cabeza, un gorro de plástico marrón oscuro, con alas,
del que sobresalía su pelo canoso, que se complementaba con una vieja gabardina
oscura y unas botas de aguas. Y mientras tiraba del carrito, y subía por la
cuesta del camino, que lleva a la carretera general, dejando atrás la casa, la
vaca de los de la labrada que pacía alegremente en un prado, al ver que la
anciana iba camino de desaparecer al dar la curva de la cuesta en dirección a
la carretera, le dirigió un largo mugido pareciendo querer decir que también
quería marcharse con ella.
Al
mediodía la abuela de los de la labrada pasó por delante de mi casa y justo me
pilló cuando estaba colgando el reloj de la habitación de mi madre, en la
huerta, para que los pájaros no me comieran los membrillos .
-
Hola marise - , me dí la vuelta al oír su voz.
Sorprendida, dejé lo que estaba haciendo y me acerque a ella, le dí un abrazó y unos besos, y me di cuenta que venía algo malhumorada, lo cual pensé que sería por el cambio de la hora.
-
¿ Quiere unos membrillos ? - le dije
- Gracias
marise, pero venía a despedirme que me voy del pueblo, voy pedir el divorcio, que no estoy dispuesta a terminar mi vida oyendo los ronquidos del abuelo de
los de la labrada.
Abrí
los ojos, sorprendida ,y pensando en lo que podría ser una hora mas de ronquidos por la noche, sin darle tiempo a que reaccionase ni a que rechazase
la invitación, me puse a gritar:
-
¡ Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa !
¡
La abuela de los de la labrada que viene a tomar el café !.
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