viernes, 22 de noviembre de 2024

La casa del rio susurrante 3 FINAL

 Cuando finalmente despertó, Mamadour se encontró en una habitación oscura y fría. Las paredes estaban cubiertas de sombras y el silencio era abrumador. El pánico lo invadió al darse cuenta de que había caído en una trampa. Intentó moverse, pero pronto se dio cuenta de que estaba atado a una silla y comprendió que debía mantener la calma si quería salir de esa situación. Respiró hondo para serenarse y trató de recordar cómo había llegado allí y quiénes eran sus captores.

Recordó como se había desviado de su ruta habitual  y que había tenido que parar al empezar a echar humo el motor de la furgoneta del reparto del pan. Después de levantar el capó del coche y ver que él no podría reparar la avería, empezó a andar y se adentró en el camino del rio que apareció ante él, tratando de encontrar un atajo para acercarse al pueblo en busca de un mecánico.  Recordó la casa cercana con la puerta entreabierta. La mujer de aspecto amigable que le sonrió cálidamente y le invitó a entrar, para usar el teléfono ...

 —¿Te gustaría tomar un café mientras esperas? preguntó con una sonrisa que le era familiar, cuando le ofreció un café.

A pesar del polvo y las telarañas, y sus muebles envejecidos, el interior de la casa era acogedor. Recordó el aroma agradable que provenía de la cocina, mientras esperaba para hacer la llamada.

Mamadour asintió, pensando que no había nada de malo en disfrutar de una bebida caliente antes de hacer su llamada. La mujer se movió rápidamente hacia la cocina y regresó con una taza humeante. Tomó un sorbo y notó que el sabor era extraño, pero no le dio mayor importancia. Entonces comenzó a sentirse mareado. El rostro afable de la mujer se desdibujaba en su mente y pronto todo se volvió borroso. Antes de darse cuenta, la oscuridad lo envolvió y perdió el conocimiento.

 Cuando Valería se despertó su madre la llevó a la habitación del sótano donde tenía maniatado a Mamadour.

—¿Quién es este? —preguntó Valeria, sorprendida, al encontrarse en el sótano con un hombre desconocido atado en una silla

—No tengo ni idea —respondió la bruja con una sonrisa maligna —. Pero parece que ha encontrado un lugar cómodo para descansar.

—Es negro como el color de las raíces del nogal —dijo Valeria a su madre.

 —¿Y si lo secuestramos? —sugirió la bruja en tono juguetón—.

Valeria se rió ante la idea absurda, pero pronto se dejó llevar por la locura de su madre.

—¡Vamos a hacerlo! —exclamó.—Podríamos tenerlo aquí viviendo con nosotras y así tendríamos compañía

Así que, cuando el hombre despertó confundido y desorientado, se encontró rodeado por las dos mujeres con sonrisas traviesas.

—¡Buenos días! —dijo Valeria—. Bienvenido a tu nuevo hogar. Te hemos secuestrado.

 Mamadour, al ver la chispa en los ojos de las mujeres y sentir su energía contagiosa, decidió seguirles la corriente y no llevarles la contraria.

 Por la noche la bruja se introdujo en la habitación del sótano, donde trasladaron a Marmadour, para satisfacer su apetito carnal.

 Con un hechizo antiguo, la bruja se transformó en la imagen de la mujer que Mamadour había dejado atrás en su pueblo natal, una figura que había habitado sus sueños y recuerdos durante años. Era hermosa, dulce y llena de vida; era la misma mujer que tanto anhelaba. Se acercó a él sigilosamente y, con un suave susurro, lo envolvió en un profundo sueño placentero.

Cuando Mamadour abrió los ojos, al sentir las caricias en su cuerpo, se encontró en un mundo onírico donde todo era posible. Allí estaba Mariama: la mujer de sus sueños, sonriendo con ternura. Sin saber que era una ilusión creada, sintió una oleada de felicidad al verla nuevamente, mientras la bruja le rodeaba con sus brazos.

“Te he estado esperando”, le dijo ella con una voz suave como el murmullo del viento entre los álamos.

El corazón de Mamadour latía con fuerza. Mientras respondía a las caricias de la bruja sintiendo momentos de intimidad que nunca había imaginado volver a experimentar. En ese mundo de ensueño, todo parecía perfecto; las risas resonaban como música y cada caricia era un recordatorio del amor lejano de Mariama.

Pero a medida que pasaba el tiempo, en ese mundo onírico, Mamadour empezó a notar pequeños detalles que no encajaban: gestos sutiles que no pertenecían a la mujer que recordaba.

“Este es nuestro momento” le dijo la bruja al oido.

Mamadour sintió una mezcla de confusión y deseo; quería creer que estaba realmente con la mujer que tanto amaba. Sin embargo, algo dentro de él le decía que debía despertar y  no dejarse perder por completo en esa ilusión.

Con un esfuerzo monumental, logró abrir los ojos justo cuando se vaciaba en el interior de la bruja, para terminar en un grito de terror y desmayarse.

Al dia siguiente Valeria y su madre estaban absortas en una conversación animada, en la cocina

—¿Dónde está Mamadour? —preguntó Valeria con preocupación.

Ambas miraron hacia el patio trasero y vieron la ventana del sótano abierta. Corrieron hacia el sótano y encontraron que Mamadour había despertado y al ver que podía escapar saltó por la ventana fuera de la casa.  —¡No puede ser! ¡Se nos escapó! —exclamó Valeria riendo nerviosamente.

 Madre e hija salieron fuera de la casa y vieron a Mamadour alejarse.

 —¡Mamadour, no te vayas!  —grito Valeria.

 Mamadour miró hacia ellas, con una mezcla de sorpresa y un toque de incredulidad. 

 —¡Mamadour, no te vayas! ¡Yo te quiero para mi! — Pero él, en su mente, pensó: "¿Quieren que me quede? ¡Claro, y también puedo quedarme a hacer galletas!"

Sin pensarlo dos veces, echó a correr, poniendo pies en polvorosa en dirección a la carretera del río. --¡Hasta nunca!— gritó mientras se alejaba. El sonido del agua del rio de la casa susurrante fluyendo le sonaba como una melodía de escape, en su cabeza a medida que se iba olvidando de todo lo ocurrido: --¡Vamos, Mamadour! ¡Más rápido! ¡Que no te atrapen!

 

Y así fue como la bruja le dio una compañía a su hija Valeria, para que pudiera vivir junto a ella en el mundo del sótano de la casa del rio susurrante, incluso cuando llegara el momento de marchar de este mundo.



jueves, 24 de octubre de 2024

The witch's house

When he finally woke up, Mamadour found himself in a dark and cold room. The walls were covered in shadows, and the silence was overwhelming. Panic engulfed him as he realized he had fallen into a trap. He tried to move, but soon realized he was tied to a chair and understood that he needed to stay calm if he wanted to get out of this situation. He took a deep breath to steady himself and tried to remember how he had ended up there and who his captors were. He recalled how he had deviated from his usual route and had to stop when the delivery van's engine started smoking. After lifting the hood of the car and seeing that he couldn't fix the breakdown, he began to walk along the river path that appeared before him, trying to find a shortcut to get closer to the village in search of a mechanic. He remembered the nearby house with its door ajar. The friendly-looking woman who smiled warmly at him invited him in to use the phone…

“Would you like some coffee while you wait?” she asked with a smile that felt familiar when she offered him coffee. Despite the dust and cobwebs, and her aged furniture, the interior of the house was cozy. He recalled the pleasant aroma coming from the kitchen as he waited to make his call. Mamadour nodded, thinking there was nothing wrong with enjoying a hot drink before making his call. The woman quickly moved to the kitchen and returned with a steaming cup. He took a sip and noticed that the taste was strange, but didn’t think much of it. Then he began to feel dizzy. The friendly face of the woman blurred in his mind, and soon everything became hazy. Before he knew it, darkness enveloped him, and he lost consciousness.

When Valeria woke up, her mother took her to the basement room where Mamadour was tied up in a chair.

“Who is this?” Valeria asked in surprise upon finding an unknown man bound in a chair in the basement.

“I have no idea,” replied the witch with a wicked smile, “but it seems like he's found a comfortable place to rest.”

“He's as dark as the color of walnut roots,” Valeria said to her mother.

“What if we kidnap him?” suggested the witch playfully.

Valeria laughed at the absurd idea but soon got caught up in her mother's madness.

“Let’s do it!” she exclaimed. “We could have him living here with us for company!”

So when Mamadour woke up confused and disoriented, he found himself surrounded by two women with mischievous smiles.

“Good morning!” said Valeria. “Welcome to your new home! We’ve kidnapped you.”

Seeing the spark in their eyes and feeling their contagious energy, Mamadour decided to go along with them instead of opposing them.

That night, the witch entered the basement room where they had moved Mamadour, eager to satisfy her carnal appetite. With an ancient spell, she transformed into the image of the woman Mamadour had left behind in his hometown—a figure that had inhabited his dreams and memories for years. She was beautiful, sweet, and full of life; she was the same woman he longed for so much.

She approached him silently and whispered softly, wrapping him in a deep pleasurable sleep. When Mamadour opened his eyes, feeling caresses on his body, he found himself in a dreamlike world where anything was possible. There stood Mariama: the woman of his dreams, smiling tenderly at him.

Unaware that it was an illusion created by someone else, he felt an overwhelming wave of happiness upon seeing her again while being embraced by the witch.

“I’ve been waiting for you,” she said softly like wind whispering through poplars.

Mamador's heart raced as he responded to her caresses, experiencing moments of intimacy he never imagined he'd feel again. In this dream world everything seemed perfect; laughter echoed like music and every touch reminded him of Mariama's distant love.

But as time passed in this dreamlike state, Mamadour began noticing small details that didn’t fit: subtle gestures that didn’t belong to the woman he remembered.

“This is our moment,” whispered the witch into his ear.

Mamadour felt a mix of confusion and desire; he wanted to believe that he was truly with the woman he loved so much. However, something inside him told him that he needed to wake up and not let himself be completely lost in this illusion.

With monumental effort, he managed to open his eyes just as he emptied himself inside the witch—ending with a scream of terror before fainting.

The next day Valeria and her mother were engrossed in an animated conversation in the kitchen.

“Where is Mamadour?” Valeria asked worriedly.

Both looked toward the backyard and saw that the basement window was open. They ran down to find that Mamadour had woken up; seeing that he could escape, jumped out through the window outside of the house.

“It can’t be! He escaped!” Valeria exclaimed nervously laughing.

Mother and daughter rushed outside and saw Mamadour running away.

“Mamadour! Don’t go!” Valeria shouted.

Mamadour looked back at them with a mix of surprise and disbelief.

“Mamadour! Don’t go! I want you for myself!”

But in his mind, he thought: “Do they want me to stay? Sure! And I can also stay here baking cookies!”

Without thinking twice about it, he took off running towards the river road.

“See you never!”—he shouted as he distanced himself from them.

The sound of water flowing from the whispering river sounded like an escape melody in his head as he began forgetting everything that had happened:

“Come on Mamadour! Faster! Don’t let them catch you!”

And so it was how the witch gave her daughter Valeria company so she could live alongside her in their basement world by the whispering river—even when it came time for them both to leave this world behind.



MVF

miércoles, 16 de octubre de 2024

La casa del rio susurrante 2

Las casas se abrazaban entre sí, como viejas amigas, buscando calor en la fría y gris mañana que envolvía al pueblo. El aroma del pan recién horneado emanaba de la furgoneta de la panadera para mezclarse con el aire fresco de la mañana. La panadera había estacionado su vehículo en la plaza, frente a la farmacia, para vender el pan con su delantal manchado de harina. Mientras atendía a sus clientes, un grupo de mujeres se acercó, visiblemente preocupadas.

 —¡Buenos días, señora Panadera! —saludó una de ellas—. ¿Que pasó ayer con el pan? Y, por cierto, ¿qué ha pasado con Mamadour?

La panadera frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—No sé nada, chicas. Su desaparición no es por falta de papeles —respondió con firmeza—. Sus documentos están en regla y tiene un contrato como Dios manda.

—Pero… —interrumpió otra mujer— no habrá tenido algún problema con tu marido, el panadero.

—¡Que ganas de hablar tiene la gente! —negó con un gesto de la mano— Mi marido esta muy contento con él. Siempre cumplía con su trabajo.

Las mujeres intercambiaron miradas confusas.

—Entonces, ¿dónde puede estar? —preguntó una joven con voz chillona—. ¿Habrá regresado a su país sin avisar?

La panadera suspiró y miró hacia el horizonte.

—Pero todo es muy extraño, porque la furgoneta estaba estropeada, parada aún lado de la carretera, en la zona de la casa del rio susurrante.

Al oír esto las mujeres comenzaron a murmurar entre ellas, llenas de inquietud.. Algunas empezaron a hablar en voz baja, temerosas de que alguien pudiera escucharlas.

—¿Qué significa eso? —preguntó una anciana de con voz temblorosa—. ¿Por qué no nos dijo nada?

La panadera añadió:

—Todo esto es muy raro. Nunca se iría sin despedirse…

Las mujeres intensificaron la conversación, intercambiando teorías sobre lo que podría haberle sucedido a Mamadour, mientras el aroma de las especias y el pan recién horneado impregnaba el lugar.

—Tal vez debería ir a buscarlo —un hombre serio y de voz ronca que estaba cerca, escuchando como hablaban las mujeres, se acercó a la conversación—. igual fue a la casa de la bruja.

 Al terminar el reparto, la panadera decidió desviar su ruta de regreso al horno y tomar el camino que bordeaba el río, con la intención de visitar a la bruja. Aparcó su furgoneta cerca de la casa y caminó hasta la puerta, repitiendo el gesto que había hecho el día anterior Mamadour. Los golpes de la aldaba resonaron en la antigua vivienda.

Cuando la bruja abrió la puerta, la panadera se plantó frente a ella, con los brazos en jarra, y le dijo con determinación:

 Buenos días Eulalia. Tu no sabrás nada sobre la desaparición de mi ayudante de la panadería, porque tu eres media atravesada. 

  La bruja, con una sonrisa enigmática, invitó a la panadera a entrar. Una vez dentro, le ofreció un café y comenzó a hablarle sobre una receta especial de mantecados que acababa de preparar. Y con sus artes mágicas, hipnotizó a la panadera describiendo los ingredientes y el proceso de elaboración.

Poco a poco, los pensamientos sobre Mamadour se desvanecieron de la mente de la mujer, y en su lugar, solo había el delicioso sabor de los mantecados que se deshacían en su boca. 

 —¡Me encantaría aprender a hacer estos mantecados!

—Seguro. Te puedo decir como hacerlos. En un bol, tienes que mezclar la manteca con el azúcar hasta que esté bien cremosa.

 —¡Si.Si.Si. Están muy buenos!

 —Después, aparte de la canela, yo le echo un pellizco de sal y pimienta.

 —¡Me encanta! Gracias por contarme la receta. Tenemos que hacerlos juntas algún día.

 —¡Sí! Será divertido. Estoy segura de que te van a salir riquísimos.

 Al cabo de un rato, se despidieron como buenas amigas y la panadera salió de la casa completamente absorta en el dulce sabor que aún persistía en su paladar. Y con una sonrisa radiante, prometió regresar al día siguiente con un exquisito brazo de gitano que preparaba en el horno de su panadería, sin recordar ni por un instante lo que había motivado su visita inicial.

 La bruja observó cómo se alejaba la furgoneta del pan, satisfecha con el poder que ejercía sobre aquellos que cruzaban el umbral de su casa.   

 

mvf


 

 

 


 


 

 

 

 

 


miércoles, 9 de octubre de 2024

I carry in my memory

 

 

                  I carry in my memory

 

 

 I carry in my memory a poetry that breaks my heart,
A pain written in secret and the emptiness I feel.
A smile captured in a photo.
A whisper of laughter and lost embraces.
And all the stars in the sky of the promises you gave me.
And a loneliness that grew day by day,
as I walked in your absence.

Llevo en la memoria

 

Llevo en la memoria

 

Llevo en la memoria

 una poesía

 que me rompe el corazón,

 Un dolor escrito en secreto

y el vacío que siento.

 Una sonrisa

marcada en una foto.

 Un susurro de risas

 y abrazos perdidos.

Y todas las estrellas del cielo

de las promesas que me diste.

Y una soledad

 que creció día a día,

 al caminar en tu ausencia.



mvf


martes, 1 de octubre de 2024

La casa del rio susurrante 1


La casa de la bruja, estaba situada en las cercanías del pueblo, en un rincón poco transitado, a la orilla donde el río serpenteaba suavemente a los pies de las piedras que hablan. Allí el aire estaba impregnado de un aroma de tierra húmeda y se erguían los árboles mas antiguos bosque.

Los niños del pueblo cuando se acercaban al río para jugar, siempre mantenían una distancia prudente de la vieja casa construida con madera oscura y desgastada por el tiempo. A menudo hablaban de ella en susurros, contando historias sobre la figura de la anciana que habitaba allí. Decían que
a través de las cortinas pesadas y polvorientas de las ventanas se podían vislumbrar sombras danzantes dentro de la casa. Algunos incluso afirmaban que habían oído a la misma casa cantar para atraerlos hacia ella. y aseguraban haber escuchado risas infantiles invitándoles a jugar con ellas.

Sin embargo, a pesar de las habladurías, todo el mundo ignoraba el verdadero secreto que se guardaba celosamente en el interior de la casa del rio. Escondida en una de las habitaciones del sótano vivía Valeria, la hija de la bruja. Valeria nació en circunstancias misteriosas y presentaba deformidades que la hacían diferente a los demás. Por esta razón, la bruja decidió ocultarla en el sótano, lejos de las miradas curiosas del pueblo.

Llegada a una edad la hija de la bruja empezó a sentir su soledad y a anhelar algo más: compañía y amor,. Y con el tiempo la soledad de convirtió en un peso más difícil de llevar. y comenzó a lamentar su soltería y a quejarse del poco apoyo de su madre.

Una noche, después merodear por la casa y mirar por entre los cortinones de las ventanas hacia el cielo estrellado, se enfrentó a su madre.

—Mamá —comenzó Valeria, con voz firme—, siento que un vacío abrumador es mi única compañía. Quiero conocer a un hombre y tener hijos, pero parece que no hay nadie.

—No te desanimes, querida —respondió con una sonrisa la bruja—. El amor puede llegar en los momentos más inesperados.

Valeria frunció el ceño, dudando de las palabras de su madre.

—¿De verdad crees eso?

A veces me siento tan sola —soltó, dejando escapar un suspiro. —Cada día que pasa, me convenzo más de que mi destino es estar atrapada en esta obscuridad

La madre asintió

—Escuché algo fascinante sobre una monja. Después de cuarenta y tres años de vida religiosa, dejó los hábitos y se marchó con el jardinero del convento.

Los ojos de Valeria se abrieron con sorpresa.

—¿En serio? Eso suena increíble. ¿Cómo pudo ocurrir eso??

La madre sonrió y empezó a contar la historia de la monja.

—El amor puede surgir en los lugares más inesperados. La monja siempre sintió cariño por el jardinero y al final, no pudo ignorar sus sentimientos. Así que tomó la valiente decisión de seguir su corazón. dejó sus hábitos y una noche secuestró al jardinero.


—Madre —dijo con voz temblorosa—.¿Que haré cuando tu me faltes?. Necesito salir. Quiero conocer el mundo exterior y encontrar a alguien que me haga compañía. No puedo seguir escondida aquí.

La bruja miró a su hija con tristeza en sus ojos. Sabía que el mundo es muy cruel con los que son diferentes. Sin embargo, también comprendía el deseo ardiente de Valeria por conocer a un hombre que la convirtiera en mujer y le diera alguna nieta a la que enseñarle todo cuanto sabía, como antes habían hecho con ella.

—Hija mía —respondió con suavidad— he estado pensando en ello más de una vez, los hombres pueden ser muy crueles. Pero si realmente deseas tener a alguien que te haga compañía, cuando yo no este te voy a ayudar. Así que estate preparada. Dentro de dos días, por la luna llena, vamos ir a realizar un ritual en la iglesia del pueblo para conseguir el compañero que tanto deseas.

Era una noche oscura y misteriosa, la luna llena hacia rato que había salido y brillaba intensamente en el cielo, iluminando el paisaje con su luz plateada. La bruja, abrigada con su larga capa negra, miraba a su alrededor con cautela. Sus ojos brillaban en la obscuridad. A su lado Valeria, marcada por su deformidad, seguía a su madre, a duras penas, con determinación. Ambas debían actuar con precaución; para no ser descubiertas y se movían sigilosamente para evitar ser vistas.


Al llegar a la iglesia del pueblo, un lugar sagrado que contrastaba con las intenciones oscuras que tenían, la madre se detuvo en la entrada. Con un gesto suave pero firme, le indicó a su hija que entrara a la iglesia. La joven asintió, sintiendo el peso del rito que tenía que hacer.
 

—Recuerda —susurró la madre, mientras las sombras danzaban entre los árboles, creando un ambiente de inquietud y magia—, mantente oculta y no te alejes demasiado. Lo que vas a hacer esta noche es crucial.

Con esas palabras resonando en su mente, la hija se adentró en la penumbra de la iglesia. La puerta chirrió al abrirse y se cerró tras ella con un eco ominoso. En el interior el aire estaba impregnado de un aroma a cera derretida y olor a incienso, un recordatorio del ritual que se realizaba en ese lugar sagrado. Y mientras la joven permanecía en silencio mirando a su alrededor, rodeada por las sombras que las velas, parpadeantes en los altares, proyectaban sobre las paredes de piedra fría.

- la imagen del San Antonio le susurró a la imagen de la Virgen, —Son la bruja y su hija deforme. ¿Que querrán a estas horas. Acaso la bruja no sabe que tienen prohibida la entrada en la iglesia?

y la virgen le respondió,—Tu calla y no hagas nada. La que tu llamas deforme, es aún pura que no ha conocido hombre alguno ¿A ver que quieren las dos?

Pasados unos minutos de silencio, la joven al ver donde estaba el que buscaba caminó con determinación hacia el altar donde reposaba la imagen de San Antonio, el santo conocido por ayudar a quienes buscaban encontrar una pareja.

Con un gesto audaz, sin que este protestara ni mostrara resistencia, cogió al santo y le dio la vuelta, enfrentándolo hacia ella boca abajo; y después de agarrarlo por sus partes intimas con voz temblorosa pero firme, comenzó a murmurar su súplica.

—San Antonio —dijo—, te pido que me concedas un hombre que me haga compañía. Alguien que vea más allá de mi apariencia y sofoque el calor que llevo dentro.

Mientras pronunciaba estas palabras, las llamas de las velas encendidas en el altar comenzaron a danzar con mayor intensidad, como si respondieran a su llamado. Al ver las llamas moverse con tal vigor, sintió cómo una corriente de energía recorría su cuerpo y entendió que su petición había sido escuchada. Con gratitud en su corazón, regresó la imagen de San Antonio a su posición original, asegurándose de que todo estuviera como antes. Un ligero brillo iluminó sus ojos mientras sonreía; sentía que algo había cambiado en el aire.

Con paso decidido, salió de la iglesia para reunirse con su madre. La bruja la esperaba en la entrada, sus ojos brillaban en la obscuridad llenos de curiosidad y preocupación al mismo tiempo.

—¿Lo has conseguido? —preguntó la madre al ver el brillo en el rostro de su hija.

—Sí —respondió ella—. He pedido compañía y siento que he sido oída.

Ambas mujeres se miraron con complicidad y entendimiento.

Mientras caminaban bajo el manto del cielo estrellado de la noche, de regreso por el sendero del bosque, iluminado por la fría luz de la luna llena, los árboles con sus sombras amenazantes, y sus ramas retorcidas que se extendían hacia ellas como garras, parecían susurrar historias antiguas sobre amores perdidos y encuentros fatídicos.


Al llegar a casa, Valeria, agotada por su paseo —pues raras veces salía al mundo exterior— regresó a su habitación en el oscuro sótano de la vivienda. La bruja, antes de irse a la cama, encendió varias velas y preparó unas pociones para el día siguiente, mezclando ingredientes con un propósito que solo ella conocía. Así, madre e hija se sumieron en la penumbra de los sueños, aguardando con inquietud el resultado del conjuro que habían realizado.

Mamadour era un joven senegalés de la región de Casamance. Desde muy joven soñaba con marchar a Europa la tierra de las oportunidades, con el deseo de ayudar a su familia y conseguir un futuro mejor decidió emprender el arriesgado viaje hacia España.


Después de meses de preparación y ahorro, Mamadour se unió a un grupo de migrantes que como él buscaban una nueva vida. Juntos, abordaron una patera en la costa de Marruecos, enfrentándose al peligro del mar abierto. La travesía fue dura; el tiempo empeoró, las olas golpeaban la frágil embarcación y el miedo se apoderó de todos. Sin embargo, la esperanza de alcanzar la tierra prometida mantenía a Mamadour y a sus compañeros unidos.

Finalmente, después de días de incertidumbre, llegaron a las costas españolas. Exhausto pero agradecido por haber sobrevivido y sin conocer el idioma ni tener contactos, Mamadour había llegado a Almeria.

Pasó los primeros días escondido por temor a que lo descubriesen hasta que fue descubierto por una ONG local que se dedicaba a ayudar a emigrantes como él. Esta organización había estado buscándolo tras recibir noticias sobre su llegada por parte de otros compatriotas. Desde Almería se trasladó a Madrid, la capital. Allí, asistió a clases de español en una ONG que le ofreció apoyo: un lugar donde quedarse y comida.En las calles bulliciosas de Malasaña y Chueca, conoció a otros emigrantes y locales que lo ayudaron a adaptarse. Mamadour comenzó a aprender el idioma y decidió obtener su carnet de conducir; quería ser camionero. La ONG le brindó apoyo en este proceso, ayudándolo a prepararse para los exámenes teóricos y prácticos. Después de estar casi un año en Madrid, decidió explorar el norte del país.Y viajó en tren hacia Bilbao, de allí marchó a Barcelona, donde estuvo de mantero en las ramblas. En Barcelona escuchó hablar de Galicia, de sus costas y sus rias y de hospitalidad y la amabilidad de sus gentes. Y movido por estas historias o tal vez por su alma aventurera, de Cataluña vino a Galicia Después de varias semanas de búsqueda infructuosa de trabajo, a través de un anuncio en un periódico, encontró empleo en una pequeña panadería y un buen dia Mamadour era el repartidor del pan de la panadería de nuestro pueblo. Cada mañana se levantaba temprano para ayudar a amasar y hornear la harina. Una vez que el pan fresco salía del horno, él cargaba la furgoneta blanca de la panadería y marchaba con el pan listo para entregar a los clientes.
Mamadour no tardó en conquistar el corazón de las mujeres del pueblo. Siempre tenía una palabra amable y un gesto amistoso, acompañado de una sonrisa amplia que mostraba sus dientes de perla, lo que hacía que su presencia fuera muy valorada. Las clientas aguardaban con entusiasmo su llegada, no solo por el pan fresco que traía consigo, sino también por la calidez y alegría que irradiaba. Su encanto natural transformaba la simple compra de pan en uno de los mejores momentos del día.

Era una mañana tranquila y la furgoneta del reparto, con su característico color blanco y el aroma a pan recién horneado que la acompañaba, avanzaba por la carretera. Mamadour iba pensando en enviar dinero a su familia a Senegal para poder traer a su hermana a España para que pudiera estudiar. En medio de sus pensamientos, se había desviado del camino habitual hacia el pueblo y tomado la ruta que bordea el río. De repente el motor comenzó a fallar haciendo un ruido extraño y, tras unos segundos de titubeos, la furgoneta se detuvo en seco al borde de la carretera.


Mamadour, frunció el ceño al darse cuenta de que no podría continuar su ruta. Con un suspiro resignado, salió del vehículo y miró a su alrededor. No había más remedio que buscar ayuda.

A lo lejos, divisó una casa antigua, con paredes de madera oscura y techos inclinados cubiertos de musgo. Las ventanas, enmarcadas por cortinas de encaje amarillento, parecían observarlo con curiosidad. Decidido, comenzó a caminar hacia ella. Mientras se acercaba, pensó en lo inconveniente que era esta situación; tenía que entregar el pan fresco a sus clientes antes de que comenzara el día. Al llegar a la casa, dio unos golpes sobre la madera con la aldaba oxidada de la puerta.


Una amable anciana abrió la puerta y sonrió al ver a Mamadour.

—¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarte? —preguntó con curiosidad.

—Buenos días —respondió él, esbozando una sonrisa nerviosa—. Lamentablemente, mi furgoneta se ha estropeado y necesito hacer una llamada para pedir que vengan a recogerme. ¿Podría usar su teléfono?


—Claro, querido —dijo ella con un tono amable que desmentía cualquier idea preconcebida sobre su apariencia—. Pasa, no hay problema. Aquí tienes un teléfono para que llames a quien necesites.

La anciana asintió comprensivamente y le hizo pasar, ofreciéndole también un café. Mamadour aceptó la invitación sin sospechar que, al hervir el agua del café, la anciana había añadido un puñado de hierbas secas, entre las cuales se encontraba la matricaría y la adormidera. La atmósfera en la casa era acogedora, pero una sombra de inquietud comenzaba a cernirse sobre él sin que lo supiera.

Tras tomar el café, comenzó a sentir el peso de sus párpados. Se sentó en una silla y, poco a poco, en cuestión de minutos, la somnolencia lo fue envolviendo y cayó dormido sobre la mesa de la cocina, ajeno a los oscuros planes que la bruja tenía en su mente.

Cuando Marmadour se durmió la bruja a su hija para que saliera de la habitación del sótano y subiera a la cocina


—Mira, mira, es el resultado de nuestro conjuro, un hombre como tu querías y es negro como el mismísimo demonio- dijo la bruja señalando para Mamadour que dormía con su cabeza reposada en la mesa de la cocina


—Valería —susurró la bruja—, creo que es el resultado de nuestro conjuro.—tenemos que aprovechar esta oportunidad.

Valería miró a su madre con curiosidad.

—¿Qué quieres decir?
 

—Tenemos que secuestrarlo. No para hacerle daño, sino para que nos cuente su historia. Tal vez sea un aventurero o alguien que ha vivido cosas extraordinarias. ¡Imagina las pesadillas que podría contarnos!

Valería dudó por un momento, pero lo que le propuso su madre comenzó a brillar en sus ojos.

—Está bien, mamá. Pero ¿cómo lo hacemos?

La bruja sonrió astutamente y juntas idearon un plan. A la mañana siguiente, cuando Mamadour despertó confundido y desorientado, maniatado en un sillón del sótano, se encontró rodeado por las dos mujeres.

—¡Buenos días! —dijo Valeria con una sonrisa amplia—. Bienvenido a nuestra casa. Te hemos estado esperando.

Mamadour parpadeó varias veces antes de responder:

—¿Qué… qué está pasando?

—Te hemos secuestrado —dijo Valeria con un tono juguetón—. Pero no te preocupes; no te vamos hacer ningún daño.
Mamadour se rió nerviosamente al principio, pero pronto comprendió que no estaban bromeando. Sin embargo, había algo en sus miradas que les metía miedo. Así que decidió seguirles la corriente.

MVF

 

 

 

 

 

 


 


miércoles, 4 de septiembre de 2024

Laura's ass

 

After spending a long weekend off, as Monday was a holiday in our community, the hustle and bustle of classmates echoed in the hallways, and laughter and lively chatter filled the air in the school. Some hugged and kissed each other enthusiastically, while others shared anecdotes about what they had done for so many days.

 Inside the classroom, the feeling was different; there was a mix of joy at seeing friends again and a slight nervousness about resuming the school routine. The desks were tidy, and backpacks were quickly arranged on the floor. The first period teacher arrived with a smile, and after greeting everyone, her usual talk about social studies began.

 After the second period of classes ended, during the break, the counselor and the literature teacher entered the classroom, asked for silence and closed the door behind them. We all looked at each other in surprise, wondering why they had come.

 

Scene: School classroom. The students are sitting at their desks. Luisa, the counselor, and María, the literature teacher, are standing on the blackboard platform and after asking the students to be quiet, they look at the class with angry faces.

 Luisa: (with a firm and calm voice)

 —Good afternoon everyone. We have come to this class because there is a very serious matter that we need to address immediately.

 María: (looking at the students seriously)

 —We know that someone in this class used a photo of a classmate and after editing it with some computer program, showed her naked butt and shared it on social media. This type of behavior is absolutely unacceptable and will not be tolerated.

 Luisa: — We want to make it clear that we understand that this can be difficult, but it is crucial that the person responsible steps forward. This is not just about punishment, but about understanding what happened and making sure that something like this does not happen again.

 Maria: (in a harsher voice)

 —However, if no one comes forward and takes responsibility, we will be forced to take stricter measures. This may include speaking to each of you individually and, if necessary, taking disciplinary action.

 Luisa: —We are not here to point fingers or punish without reason. We want to resolve this fairly. If anyone wants to share information, we ask that you speak with us after class. You can do so confidentially, and we guarantee your anonymity.

 Maria: (pauses for emphasis):

 —Remember that keeping silent also has consequences. Failing to act in the face of injustice makes you part of the problem. We all want a safe and respectful environment, and we need your cooperation to achieve that.

 Luisa: —Please think about what we have said. We hope that the person responsible will come forward voluntarily so that we can resolve this properly and fairly.

 Maria: —Thank you for your attention. If you have any questions or need to speak with us, we will be available after class. (The two of them get off the blackboard platform and leave class.)

 Students Sofia, Fidel, Andrea, and Diego talk to each other while waiting for the third period teacher to arrive.

 Sofia: —Does anyone have the photo to see?

 Fidel: (Showing the photo on his phone screen)

 The photo shows Laura, a student at the school, who has not yet turned thirteen, with a radiant smile lighting up her face. She is wearing a white cotton blouse. Its sleeves are slightly flared. She combines the blouse with a light denim jacket, which hangs carefree over her shoulders. Her hair, long and wavy, falls gently over her shoulders, shining in the reflections of the sun. She tries to climb up to an old stone fountain in the park, and drink from the stream of water that springs from the top, creating a small rainbow as it falls. She has her back to us, showing her naked, spectacular, large, round butts, and turns her head, perhaps because she thought she was being watched at that moment, to look at us and show her face, at the moment the photo is captured.

 Diego: — Maybe it was a mistake. Maybe they didn't know what they were doing.

 Andrea: —Don't talk nonsense, that was someone with bad intentions.

 Diego: —How are we going to find out who it was? Surely there is no way to know who did it!

 Sofia: —Well, I'm not willing to be punished for something I didn't do!

 Diego: —Is there no way to know who did it?

 Luisa: —That's what we're trying to find out, Diego.

 Andrea: —I'm thinking... Who could have taken the photo? And how do we know that that ass is from our school? Because Laura would like to have that ass.

 The conversation ends with the teacher's arrival in the classroom.

It's midday and some teachers are staying in the middle of the school, heading to the meeting room to discuss an important issue: the photo of Laura's butt. Present in the room are: Carmen the head of studies, the counselor Luisa, teacher Maria, and director Lopez; and they have been discussing for a while the best way to act.

 Director Lopez: —...But we need to solve this problem. The photo is unacceptable and could damage the reputation of our school. Here everything is by law. We cannot tolerate any of this happening.

 Head of Studies: —Unfortunately, the photo was edited with a program that masks the identity of the editor. We cannot easily trace it.

 Teacher Maria: —Why would someone do something like this?

 Director Lopez: —We need to find the person responsible, before more students' butts circulate around the school, but we also need to solve this without accusing someone unfairly. Any idea how we can proceed?

 Counselor Luisa: —Students!

 Head of Studies Carmen: —One possibility is to review the students' electronic devices.

 Teacher Maria: —We could look at which minors use the phone in class, and ask permission to see their messaging program.

 Principal Lopez: —That seems a bit extreme. It would be a serious violation of privacy.

 Carmen the head of studies: —It could have been done with a borrowed phone and the owner wouldn't even know.

 Counselor Luisa: —Maybe we could put up an announcement in the school, asking for some information anonymously.

 Teacher Maria: —What if we put out a call to the student community so that whoever has information about the photo can say it anonymously?

 Head of Studies Carmen: —That could work. Maybe someone knows who did it and is willing to talk without revealing their identity.

 Principal Lopez: —That seems like a more sensible idea. We could offer a pardon to make it easier for the person who took the photo to identify themselves without consequences. With the commitment that it won't happen again. Luisa: Can you take charge of writing the announcement?

 Counselor Luisa:

 —Of course, principal.

 While the Counselor writes the announcement, the rest of the teachers leave for the school cafeteria.

 —Let's see, let's see, let me see Laura's ass.

 

Afternoon classes in Laura's classroom.

 Teacher Maria (with a firm voice)

 —Attention, class! Someone is circulating indecent photos of their classmates around the school. I need to know who it is. If anyone knows something, please tell us now.

 Laura, visibly upset, added:

 —I can't believe someone did this with a photo of me.

 The students began to murmur among themselves. Some looked nervously at each other, while others seemed indifferent.

 Teacher Maria—If no one says anything, everyone will be punished until it is discovered who it was.

 Fidel feels uneasy when he hears Teacher Maria talk about punishing the entire class and raises his hand to protest.

 Fidel: —That's not fair, teacher! Why do I have to be punished if I haven't done anything?

 Sofia: —Yes, that's an injustice. We can't be held responsible for what another student did.

 Teacher Maria: —I understand your frustration, but I need everyone to collaborate. If no one speaks, I have no choice but to punish you all.

 It's nine o'clock at night, and the students have been home for several hours.

 A mother enters her son's room to say good night; he is lying in bed looking at his tablet.

 The mother leans a little towards Alberto, trying to see the screen:

 —What are you looking at on your tablet, honey?

 Alberto nervously moves his hand over the screen, trying to hide its content:

 —Nothing, mom. Just playing.

 Mother frowns and reaches out to take the tablet:

—Let me see. Why do you have a picture of Laura on your tablet?

 Alberto: —I don't know! I found it in her room and thought she looked pretty.

 Mother (leaves the tablet on the bedside table and crosses her arms, showing distrust):

 —And how did you get it? Because Laura gave you a photo of herself?

 Alberto, feeling guilty, answers: —I borrowed it when she wasn't looking.

 Mother: —That's not right, son. It's invading your sister's privacy!

 Alberto: —I'm sorry, mom. I won't do it again.

 Mother, looking at her son seriously:

 —Let's talk to Laura about this. It's important to respect other people's privacy.

 Alberto: —It's better not. She'll get angry with me.

 Mother: —It's possible, but the important thing is that she knows what you did and that this situation won't happen again.

 Alberto: —I understand, mom. I'm very sorry. But it's better that my sister doesn't find out.

 Mother: —Let's go find Laura and talk to her together.

 Alberto: —It's okay, mom.

 There is a knock on Laura's bedroom door.

 Laura opens her door and, intrigued by her mother's serious expression, asks:

 —What's wrong, Mom?

 Mother: —Your brother took a photo of you without permission. We came to apologize.

 Laura discovers that the photo her brother took of her is the photo that was used for the montage at school.

 Laura, her eyes wide open: —What?! That's unacceptable! I can't believe you did that.

 Alberto: —I'm so sorry, Laura.

 The next day, Alberto's mother accompanies him to school and explains to the principal that her son was the one who stole Laura's photo.

 After Principal López tells the school counselor and the head of school that the image used for the montage of Laura's backside was taken by her brother from her room, they speak to the students involved and everything is discovered at school:

 Alberto could not deny that he was the one who stole the photo from his sister's room.

Alberto: —It was a mistake and it will not happen again!

 Gabriel, a little computer enthusiast, declared that he used a computer program to put his bare bottom on the photos of girls that his friends sent him by messenger. He also mentioned that the idea for the photo of Laura's butt was not his, but Fidel's. According to Gabriel, Fidel paid him with sweets and candy for the montage of the bare butt. This montage was a birthday present for Fidel's best friend, who was in love with Laura.

Fidel denied all the evidence that betrayed him, but the director López, since this student was the son of the school inspector, concluded that it was not known who it was.

 At the end of the morning classes, the director gathered the management team and after making a summary, explained that it was better that the true owner of the rear anatomy, which was used in the photo of Laura's butt, did not find out, to avoid her filing a complaint against the school for the students using, without her permission, a part of her female body; and for this main reason he asked that what happened be forgotten.

 Following the instructions of director Lopez, calm returned to the classrooms of the center in the afternoon, and after the incident was soon forgotten, what happened made me reflect, with adult eyes, on the crime that was committed by putting that bare, firm ass on the backside of a young teenager and not on the backside of one of my coworkers.

 

mvf.

lunes, 2 de septiembre de 2024

El culo de laura .

 

Después de pasar en casa un largo fin de semana de descanso, por haber sido día festivo el lunes, en nuestra comunidad; el bullicio de los compañeros resonaba en los pasillos, y las risas y charlas animadas llenaban el aire en el colegio. Algunas se abrazaban y se besaban con entusiasmo, mientras otras compartían anécdotas sobre lo que habían hecho durante tantos días.

En el interior del aula, la sensación fue diferente: la alegría por volver a ver a los amigos se tornó en un ligero nerviosismo por retomar la rutina escolar. Los pupitres nos esperaban ordenados, y las mochilas se acomodaron rápidamente en el suelo. La profesora de la primera hora llegó con su sonrisa buena, y después de saludar a todos su charla de costumbre de la clases de sociales comenzó.

Terminada la segunda hora de clases, en el descanso, entraron en el aula, la orientadora y la profesora de literatura, pidieron silencio y cerraron la puerta tras ellas. Todos nos miramos sorprendidos, preguntándonos a qué venían.

Escena: Aula escolar. Los estudiantes están sentados en sus pupitres. La orientadora Luisa y María, la profesora de literatura, están subidas en la tarima del encerado y mirando la clase con cara de enfado, piden silencio a los alumnos.

Luisa: (con voz firme y calmada)

—Buenas tardes a todos. Hemos venido a esta clase porque hay un asunto muy serio que necesitamos abordar de inmediato.

María: (mirando a los estudiantes con seriedad)

—Sabemos que alguien en esta clase usó la foto de una compañera y después de editarla con algún programa informático, le puso el culo desnudo y la compartió en las redes sociales. Este tipo de comportamiento es absolutamente inaceptable y no será tolerado.

Luisa: — Queremos dejar claro que entendemos que esto puede ser difícil, pero es crucial que la persona responsable dé un paso adelante. Esto no se trata solo de castigar, sino de entender qué sucedió y asegurarnos de que algo así no vuelva a ocurrir.

María: (con voz más dura)

—Sin embargo, si nadie se presenta y asume la responsabilidad, nos veremos obligadas a tomar medidas más estrictas. Esto puede incluir hablar con cada uno de ustedes individualmente y, si es necesario, tomar acciones disciplinarias.

Luisa: —No estamos aquí para señalar con el dedo o castigar sin razón. Queremos resolver esto de manera justa. Si alguien quiere compartir información, le pedimos que hable con nosotras después de la clase. Puedes hacerlo de manera confidencial, y garantizamos tu anonimato.

María: (hace una pausa para enfatizar):

—Recordad que mantener silencio también tiene consecuencias. No actuar ante una injusticia te convierte en parte del problema. Todos queremos un ambiente seguro y respetuoso, y necesitamos vuestra colaboración para lograrlo.

Luisa: —Por favor, piensen en lo que hemos dicho. Esperamos que la persona responsable se presente voluntariamente para que podamos resolver esto de manera adecuada y justa.

María: —Gracias por vuestra atención. Si tenéis alguna pregunta o necesitáis hablar con nosotras, estaremos disponibles después de la clase. (Las dos se bajan de la tarima del encerado y salen del aula.)



Los estudiantes Sofía, Fidel, Andrea y Diego, hablan entre ellos mientras esperan la llegada del profesor de la siguiente hora de clases.

Sofía: —¿Alguien tiene la foto para verla?

Fidel: (Mostrando la foto en la pantalla de su teléfono)

La foto muestra a Laura, una alumna del colegio, que aún no acaba de cumplir los trece años, con una sonrisa radiante iluminando su rostro. Viste una blusa de algodón blanca. Sus mangas son ligeramente acampanadas. Combina la blusa con una chaqueta de mezclilla ligera, que cuelga despreocupadamente sobre sus hombros. Su melena de cabello, largo y ondulado, cae suavemente sobre sus hombros, brillando con los reflejos del sol. Intenta subir a una fuente de piedra antigua del parque, y beber del chorro de agua que brota en la parte superior, creando un pequeño arco iris al caer. Está de espaldas a nosotros, mostrando desnudos, unos espectaculares grandes y redondos traseros, y gira su cabeza, tal vez porque pensaba que estaba siendo observada en ese momento, para mirarnos y mostrar su rostro a la camara, en el instante en que se captura la foto.

Diego: — Tal vez fue un error. Tal vez no sabían lo que estaban haciendo.

Andrea: —No digas tonterías, eso fue alguien con malas intenciones.

Diego: —¿Cómo vamos a descubrir quién fue? ¡Seguro que no hay manera de saber quién lo hizo!

Fidel: —¡Pues yo no estoy dispuesto a que me castiguen por algo que no hice!

Diego: —¿No hay manera de saber quién lo hizo?

Sofia: —Eso es lo que estamos tratando de descubrir. Diego.

Andrea: —Estoy pensando yo... ¿Quién pudo hacer la foto? ¿Y cómo sabemos que ese culo es de nuestra escuela? Porque Laura ya querría tener ella ese culo.

La conversación finaliza con la llegada del profesor al aula.


Es mediodía y algunos profesores se quedan en el centro de la escuela, dirigiéndose a la sala de reuniones para discutir un tema importante: la foto del culo de Laura. En la sala están presentes: Carmen la jefa de estudios, la orientadora Luisa, la profesora María, y el director López; y llevan un rato discutiendo la mejor manera de actuar.

Director López: —...Pero necesitamos resolver este problema. La foto es inaceptable y podría dañar la reputación de nuestra escuela. Aquí todo por la ley. No podemos tolerar que ocurra nada de esto.

Jefa de Estudios: —Lamentablemente, la foto fue editada con un programa que enmascara la identidad del editor. No podemos rastrearlo fácilmente.
 

Profesora María: —¿Por qué alguien haría algo así?

Director López: —Necesitamos encontrar al responsable, antes de que circulen más culos de alumnas por el centro, pero también necesitamos resolver esto sin acusar a alguien injustamente. ¿Alguna idea de cómo podemos proceder?

La orientadora Luisa: —¡Alumnos y alumnas!
 

Jefa de Estudios Carmen: —Una posibilidad es revisar los dispositivos electrónicos de los estudiantes.

Profesora María: —Podríamos mirar que menores usan el teléfono en la clase, y pedir permiso para ver su programa de mensajería.

Director López: —Eso parece un poco extremo. sería una violación grave de la privacidad.

Carmen la jefa de estudios: —Se pudo haber hecho con un teléfono prestado y ni siquiera saberlo el dueño.

Orientadora Luisa: —Tal vez podríamos colocar un anuncio en la escuela, pidiendo alguna información de manera anónima.

Profesora María: —¿Qué tal si hacemos una llamada a la comunidad estudiantil para que quien tenga información sobre la foto la diga de manera anónima?

Jefa de Estudios Carmen: —Eso pudiera funcionar. Tal vez alguien sepa quién lo hizo y esté dispuesto a hablar sin revelar su identidad.

Director López: —Esa parece una idea más sensata. Podríamos ofrecer un perdón para facilitar que la persona que hizo la foto se identifique sin consecuencias. Con el compromiso de que no se vuelva a repetir. Luisa: ¿puedes encargarte de redactar el anuncio?

Orientadora Luisa:

—Por supuesto, director.

Mientras la Orientadora se dirige a su despacho para redactar el anuncio, el resto de profesores se marchan para la cafetería del centro escolar.

—A ver, a ver, déjame que vea el culo de Laura.



Clases por la tarde en el aula de Laura.

Profesora María (con voz firme)

—¡Atención, clase! Alguien está haciendo circular en el colegio fotos indecorosas de sus compañeras. Necesito saber quién es. Si alguien sabe algo, que lo diga ahora.

Laura, visiblemente molesta, añadió:

—No puedo creer que alguien haya echo esto con una foto mía.

Los alumnos comenzaron a murmurar entre ellos. Algunos se miraban nerviosos, mientras otros parecían indiferentes.

Profesora María—Si nadie dice nada, todos estarán castigados hasta que se descubra quién fue.

Fidel se siente inquieto al escuchar a la profesora María hablar sobre castigar a toda la clase y levanta la mano para protestar.


Fidel : —¡Eso no es justo, profe! ¿Por qué tengo que ser castigado si yo no he hecho nada?

Sofía: —Sí, eso es una injusticia . No podemos ser responsables por lo que hizo otro alumno.

Profesora María: —Entiendo su frustración, pero necesito que todos colaboren. Si nadie habla, no tengo otra opción, que castigaros a todos.





Son las nueve de la noche, y los alumnos hace varias horas que han regresado a sus casas.


Una madre entra en la habitación de su hijo para darle las buenas noches; este está tumbado en la cama mirando para su tableta.

La madre se inclina un poco hacia Alberto, tratando de ver la pantalla:


—¿Qué estás viendo en tu tableta, cariño?

Alberto mueve nerviosamente su mano sobre la pantalla, tratando de ocultar su contenido:

—Nada, mamá. Solo jugando.

Madre, frunce el ceño y extiende la mano para tomar la tableta:
—Déjame ver. ¿Por qué tienes una foto de Laura en tu tableta?
Alberto: —¡No sé! La encontré en su habitación y pensé que se veía bonita.

Madre (deja la tableta sobre la mesilla, al lado de la cama, y cruza los brazos, mostrando desconfianza):

—¿Y cómo la conseguiste. Porque Laura no se para que te dio una foto suya?

Alberto, sintiéndose culpable, responde: —La tomé prestada cuando ella no estaba mirando.

Madre: —¡Eso no está bien, hijo. Es invadir la privacidad de tu hermana!

Alberto: —Lo siento, mamá. No lo volveré a hacer.

Madre, mirando a su hijo con seriedad:

—Vamos hablar con Laura sobre esto. Es importante respetar la privacidad de los demás.

Alberto:— Es mejor que no. Se enojara conmigo.

Madre: —Es posible, pero lo importante es que sepa lo que hiciste y que esta situación no se repetirá.

Alberto: —Entiendo, mamá. Lo siento mucho. Pero es mejor que mi hermana no se entere.

Madre: —Vamos a buscar a Laura y hablar con ella juntos.

Alberto: —Está bien, mamá.

Llaman a la puerta de la habitación de Laura.


Laura les abre su puerta e intrigada al ver la expresión seria de su madre, pregunta:

—¿Qué pasa, mamá?

Madre: —Tu hermano tomó una foto tuya sin permiso.Venimos a pedirte disculpas.


Laura descubre que la foto que le cogió su hermano es la foto con la que se hizo el montaje en el instituto.

Laura, abriendo sus ojos de par en par : —¡¿Qué?! ¡Eso es inaceptable! No puedo creer que hayas hecho eso.

Alberto: —Lo siento mucho, Laura.



Al día siguiente, la madre de Alberto lo acompaña al colegio y le explica al director que su hijo fue quien sustrajo la foto de Laura.

Cuando salen del despacho del director este llama a la orientadora del centro y al jefe de estudio y les explica que la imagen utilizada para el montaje del trasero de Laura fue tomada por su hermano de su habitación. Hay que proceder todo por lo legal, les insiste.

La orientadora y el jefe de estudio empiezan a llamar a alumnos a su despacho y después de hablar con los alumnos implicados se descubre todo:


Alberto no pudo negar que fue quien sustrajo la foto de la habitación de su hermana.
Alberto: —¡Fue un error y no volverá a ocurrir!

Gabriel, un pequeño aficionado a la informática, declaró que utilizando un programa informático, le ponía el trasero desnudo a las fotos de chicas que le enviaban sus amigos por mensajería. Además, mencionó que la idea de la foto del culo de Laura no fue suya, sino de Fidel. Según Gabriel, Fidel le pagó con chuches y caramelos el montaje del trasero desnudo. Este montaje era un regalo de cumpleaños para el mejor amigo de Fidel, quien estaba enamorado de Laura.
Fidel negó todas las evidencias que lo delataban, y el director López, como este alumno era el hijo del inspector escolar, concluyó que no se podía saber quien fue.

Al finalizar las clases de la mañana, el director reunió al equipo directivo y después de hacer un resumen, explicó que era mejor que no se llegara a enterar la verdadera propietaria de la anatomía trasera, con la que se hizo el montaje de la foto del culo de Laura, para evitar que pusiera una denuncia al colegio por usar el alumnado, sin su permiso, una parte de su cuerpo femenino; y por este motivo principal pidió que se olvidase lo ocurrido.

Siguiendo las instrucciones del director López, la tranquilidad regresó por la tarde a las aulas del centro, y después de caer el hecho  pronto en el olvido, lo ocurrido me hizo reflexionar, con ojos de adultos, sobre el crimen que se cometió poniendo ese culo tan firme de trasero desnudo de una joven adolescente y no en las posadero de alguno de mis compañeros de trabajo.







mvf.