martes, 25 de diciembre de 2012

el regreso 11

El capitán gruñía por tener que estar al frío, a altas horas de la noche, en la cubierta, mirando toda la operación. Tenía un viejo mapa, de origen desconocido, oculto en un bolsillo de su chaqueta, y en sus intenciones estaba el marchar, sin más tardar, rumbo a las islas tropicales; para él le estaban haciendo perder el tiempo, y deseaba que se los tragase el océano a todos. Sin parar de gruñir le hizo una seña al erizo y llevó a nuestro amigo a un camarote de proa, proximo al puente de mando. Una vez dentro, del interior de un mueble, sacó dos vasos y una botella de ron; bajo la atenta mirada de su loro, que subido a su hombro no quitaba ojo de la bebida, llenó de liquido los recipientes y después de cogerse él, uno de los vasos, le ofreció el otro al erizo para que bebiese y entrase en calor con el alcohol.
El erizo, no podía faltar a la hospitalidad marina y de un solo trago vació el vaso, pero la bebida le amargó la garganta, porque nuestro amigo no acostumbraba a beber aguardiente de caña; entonces, salió del camarote yendo a asomarse por la borda para ver el trabajo que iban haciendo.
El submarino emergió lo suficiente para abrir una compuerta por la parte posterior, donde habían estado las puertas de atrás de lo que había sido anteriormente un vehículo. Y mientras los marineros del barco empezaban a bajar la mercancía, que habían venido a recoger nuestros amigos, y se iba distribuyendo en el interior del sumergible siguiendo las instrucciones de la rusa, a fin de conservar la estabilidad del sumergible. El erizo llamó a su hermano, cienfuegos, para que subiese y trajese con él una botella de licor café.
Regresando al camarote, junto al capitán del barco, los dos hermanos le ofrecieron que probase el liquido de la nueva botella . Y mientras intercambiaban los marineros sus bebidas, en el mini submarino, se terminaba la operación de distribución de las cajas con su misterioso contenido.
No tardó en vaciarse la botella de nuestros amigos, y la conversación entre ellos y el capitán se había animado bastante, cuando un marinero del barco abrió la puerta del camarote y les dijo que ya habían terminado.
Entonces nuestros amigos se despidieron para regresar a su navío.
La rusa terminaba de supervisar las baterías y los motores eléctricos, por si tenían necesidad de ir de regreso los veinte mil metros bajo el mar, cuando regresaron los dos hermanos.
El capitán, que por efecto del licor, había mudado su opinión sobre ellos salió para despedir a sus amigos, y desde la borda les dijo que esperaba verlos de nuevo algún día con una caja de licor café, deseándoles, ante el estupor de su tripulación acostumbrada a sus gritos y malos modos, buena suerte y que no se hundieran en medio del mar.

Los marineros empujaron el sumergible con unas pértigas para separarlo del casco del barco, y nuestros amigos no tardaron en alejarse y comenzar su regreso.

El loro, después de recibir un manotazo del capitán, para que dejara de meter el pico y mojarlo en el licor café, en el vaso que aún llevaba en la mano con restos de bebida, se había encaramado nuevamente en el hombro de su dueño, y mientras desaparecían en la noche, después de dar unos chasquidos con su pico, les despidió con la siguiente canción :

Quince hombres en el cofre del muerto…
¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡ Y una botella de licor café ¡.


Eran casi las cuatro de la noche cuando en la lejanía se comenzó a ver una luz que fue en aumento. La luz giraba como una espada segando la obscuridad; era la del faro que les serviría de guía, para su regreso.
Como calculan los marinos expertos en las cosas del océano, el horario de partida y de regreso, se había hecho coincidir con las mareas, de tal manera que si las aguas de la bajamar, en su ida al océano, les había facilitado la salida de la ria, ahora la pleamar les facilitaba el regreso con la entrada de nuevo de las aguas al interior de la ria; esta vez a la playa que habían elegido para descargar la mercancía y donde el furgo les estaba esperando con una camioneta.
Ya estaban entrando en la ria cuando se metieron dentro de un banco de niebla. El erizo asomaba la cabeza por la escotilla, de repente el viento cambio y el banco de niebla se hizo más espeso. Al cabo de un rato, sin apenas visión dentro de la niebla, oyeron el sonido de los motores de una embarcación, y ruidos y voces de hombres gritando. Nuestros amigos decidieron navegar silenciosamente con los motores eléctricos para pasar desapercibidos. El erizo se metió dentro y decidieron cerrar la escotilla y sumergirse para pasar cerca de la otra embarcación, que pensaban que sería de la guardia civil, que estaría patrullando por la costa.

Ahora navegaba silenciosamente, con los motores eléctricos, … Ya llevaban quince minutos, y cuando calculaban que habían pasado, dejando atrás la otra embarcación, se dieron cuenta que está había girado y ahora parecía perseguirles por encima de ellos; de repente la onda de una explosión en el agua sacudió el submarino, después vino otra más fuerte.

Nuestros amigos se asustaron y la rusa, abriendo unas llaves, llenó de agua los depósitos, para descender a más profundidad y salvar la situación, pero se produjo nuevamente una tercera explosión y el sumergible se fue al fondo de la ria, a unos veinte metros de profundidad.

- Si salimos de esta vamos comprar un santo nuevo para la iglesia -, gritó el erizo.
 y su hermano asintiendo con él, le decía haciendo alusión a la situación : - ¡ si, y ha de ser un santo bien milagrero ! -

Habían sido hundidos en medio de la ría, confundidos con un banco de sardinas, por una embarcación que pescaba con dinamita. 



;)

lunes, 17 de diciembre de 2012

el viaje en el mar 10

Cuando la rusa y los hermanos de la batea estaban asentados en el interior del minisubmarino el furgo, que vigilaba lo que ocurría desde la caseta del improvisado astillero, manipuló el mecanismo que sujetaba la nave y esta, al verse libre, comenzó a moverse, deslizandose suavemente por la rampla de madera que le habían montado para que llegará al agua; y al meterse en ella se produjeron suaves ondas que se alejaron distanciándose, haciendo bailar en el agua el brillo de la luna en la ria.
Entonces cuando terminó completamente la improvisada botadura, la rusa asomó su cabeza por una escotilla, abierta en la parte superior de la nave, y haciendo señas con la mano de que todo estaba bien se despidió de él; después desaparecio dentro del minisubmarino, cerrandose la escotilla. 

En un instante se escuchó el suave traqueteo, del motor de gasóleo instalado para navegar en la superficie, y la nave comenzó a moverse. Durante algunos momentos los murciélagos, en su persecución por los insectos nocturnos bajo los árboles que escondían de los ojos ajenos el improvisado embarcadero, trazaron círculos en sus vuelos teniendo como referencia la parte que asomaba de la embarcación en el agua; que iba siendo arrastrada por la salida de las aguas de la ría en la bajamar, conducida hacia el océano.  

Los murcielagos y sus vuelos fueron desapareciendo a medida que la nave se alejaba de la orilla hasta que llegado un momento dejaron de oirse sus chillidos quedando la nave sola y el ruido de su motor, en la distancia.  

El frio se acompañaba con el silencio de la noche.

Y la danza de las estrellas subiendo y bajando su imagen sobre el agua seguía el ritmo del vaivén de las olas.

Habían pasado dos horas desde que comenzara la aventura,
y hacía rato que había desaparecido el brillo de las luces mortecinas de las primeras casas de la costa. cuando se dieron cuenta de que ya estaban en altamar.

Se silencio el motor y nuestros amigos esperaron a la hora convenida.

Al cabo de un rato pudieron ver una luz que se encendía y se apagaba, era la señal del barco que esperaban, para recoger la mercancía. Pusieron dirección hacia la luz
que de paso les serviría de guía y reanudaron su viaje. 

En el silencio de la noche apenas se oía el leve traqueteo del motor de la embarcación entremezclado con el ruido de agua.
Cuando ya estaban próximos y se habían acercado lo suficiente al barco, pudieron leer su nombre en la proa: el barco se llamaba la hispaniola.
Se tocaron las dos embarcaciones y una cabeza asomó desde la parte superior del casco del barco; el erizo fue el primero que asomó su cabeza por la escotilla del minisubmarino y después de darse las señas convenidas alguien les echó una cuerda para poder amarrar el minisubmarino y les lanzaron una escalera para que encaramandose  por ella subieran a la cubierta de a bordo.
Una vez en el barco fueron recibidos efusivamente por la tripulación y un hombre, con un loro en su hombro izquierdo, que dijo ser el capitán, se les acercó y les saludó diciéndoles que no contaba con verles y que por lo que le habían contado sobre ellos y la idea descabellada del sumergible, esperaba que se hubieran hundido en las aguas del océano.

 

- Quince hombres en el cofre del muerto…
¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡Ja¡ ¡ Y una botella de ron ¡.
Cantó el loro, garritando con su voz.

Celebrando todos, la inusitada proeza de los gallegos

mvf.




lunes, 10 de diciembre de 2012

la radio 2º - 9




Fuera de la vivienda, el tio avelino terminaba de abrir la alpaca en el establo, y echaba la hierba en el comedero de las vacas. Paró un momento lo que estaba haciendo, y mientras sacaba  su pañuelo del bolsillo trasero del pantalón,  se limpiaba la nariz con el, y después se secaba el sudor de la frente; desde el otro lado de la línea se marcó otro número y empezó a sonar de nuevo, en la radio, la señal de llamada del teléfono. Y hasta él llegó el sonido del teléfono que habia empezado a sonar en la casa; entonces salió corriendo del establo, en dirección a la vivienda, para coger el teléfono y saber quien llamaba. 

La chica de la radio ya se impacientaba y cuando empezaba a pedir que se realizase otra llamada, en la emisora, alguien cogió el teléfono y se escuchó su voz por el otro lado del hilo telefónico.
-¿ diga ?- era el tio avelino que había llegado a tiempo para coger el teléfono.
Locutora - Le llamamos de la radio del programa: " Tiene ud un deseo "* énfasis del nombre programa, - pasan unos segundos de silencio
Locutora - hola ... ¿ tiene ud un deseo ?, ¿ con quien hablo, por favor ?

Tio avelino - ¿ Para que lo pregunta, ?
Locutora - Somos de la radio
Tio avelino - No sé si decirle , es que fui al banco – empezó a explicarle - porque me cargaban un recibo desconocido y me enteré de casualidad que tenía adsl, en la casa; yo  nunca tuve un chisme de esos;  me dijeron que nunca volviera a dar mis datos por teléfono
Locutora ( insistiéndole, tratando de influir con el nombre del medio de comunicación ) - Le llamamos de la radio. ¿ Tiene ud un aparato de radio encendido ?
Tio avelino - si si ...
Locutora - ¿ la tiene ud encendida ?
Locutora - ¿ y no me oye ud ?
Tio avelino – Si, si que le oigo
Locutora , ( gritando, pensando que con quien hablaba tenía algo de sordera ) - ¡ le preguntaba que como se llama ud !
Tio avelino - ¿ quien es ud ?
Locutora – Soy marialusia pajara la locutora del programa : " Tiene ud un deseo " . ¿ No me va decir como se llama ?
Tio avelino* – Soy el tio avelino

Locutora – Como ya conocen nuestros oyentes, desde nuestro programa hacemos llamadas a la gente para ayudarles a cumplir un deseo que tengan .
Tio avelino – aja
Locutora - " Tiene ud un deseo "
Tio avelino – no sé
Locutora – ¿ no tiene ud ningún deseo que querría ver cumplido ?
Tio avelino - pues la verdad es que no se me había ocurrido nunca tener algún deseo
Locutora - bueno piense ud alguna cosa que se le ocurra ahora
( segundos de silencio )
Tio avelino, titubeando - no tengo ningún deseo ...
( otros segundos de silencio )
Tio avelino, exclama de repente - ¡ señorita ... !
Locutora – si, si , diga ... ¿ ya ha pensado ud un deseo ?
Tio avelino - ¿ no podrían cambiar el programa de hora ?
Locutora, exclama sorprendida - ¡ Eh !
Tio avelino – para poder estar con uds con tiempo, porque a estas horas le estoy dando de comer al ganado
Locutora, perpleja - No, eso no puede ser...
Locutora , ( haciendo burla ) - podrían protestar todos los oyentes si cambiasemos de hora el programa
Tio avelino – ¿ y no podrían terminar más tarde ? así tendría tiempo para darle de comer a los bichos y al terminar aún podría estar con uds un rato, y sus oyentes estarían más contentos
Locutora - no , no podemos hacer nada de eso;  la programación la marca la dirección de la cadena, y este es el horario que tenemos.
Tio avelino - ¿ pero no me dijo uds que su programa se llama " Tiene ud un deseo"* imitando el tono del nombre del programa  ?
Locutora , - si - responde, esperando por algo más fácil, que le permitiese salir del apuro.
Tio Avelino: ¿ y no podrían uds cambiarle el nombre al programa ?
Locutora,  ( Se oye la risa de la locutora ) - jajajjajaja
Locutora, ( con voz de resignación ) : - ¿ bueno y que nombre nos pondría uds.  ?
Tio avelino : - ¿ Para que me llaman ?.
Silencio .
Se cuelga el teléfono, enmudece la radio . 

El gallo, a lo lejos - kikirikiiiiiiiiiiiiii : - ¡ que la radio se ha quedado muda !
El tio avelino regresó al trabajo y al terminar decidió que por la noche pondría en el prado el aparato de la radio al jabalí, a ver si los asustaba, porque en su paseo nocturno le asaltaban la huerta y se la dejaban toda llena de hoyos al escarbar la tierra con sus hocicos .



- common creative. 

lunes, 3 de diciembre de 2012

La radio 8

Las cortinas de la ventana abierta se sacudían con el aire.
La radio ya llevaba dando la murga un buen tiempo, pero no había nadie en la vivienda que pudiera importarle; el tío avelino estaba fuera arrastrando una alpaca al establo para darle de comer de comer al ganado.
Al cabo de un rato la radio terminó un programa flamígero de noticias diarias, habitual según la tonica de la cadena,  y entró la emisión de otro programa en antena.

Una nueva música recalcó el cambio de emisión y al terminar
una nueva voz entró en el aire:

Locutora - Buenos días, soy maría luisa pájara.  ¿ Tiene ud un deseo ? .
De nuevo la melodía y el estribillo del programa ... y al terminar la música la voz gritó :
Locutora - Y ahora nuestra primera llamada del día ...

Se oye mientras se marcan los números del teléfono y de seguido se escuchan los pitidos de llamada ; al cabo de un instante se descuelga el teléfono y alguien responde desde el otro lado : 
Oyente - ¿diga ... ?
Locutora - Buenas, soy marialuisa pájara.. ¿ con quien hablo por favor ?
Ahora se escucha una voz apagada; con sonido metálico al hablar desde el teléfono, de alguien que desde su casa saludaba a la locutora.
Después de interesarse por algunas cosas particulares del oyente, se oye la voz de la locutora. marialuisa pájara :
Locutora - Ay, igual que yo – , que le responde, zanjando el aparente interés personal del programa por quien habla al otro lado del teléfono; y después añade continuando con su monótono estribillo - , le llamamos del programa tiene ud un deseo.
Locutora - ¿ Tiene ud un deseo ?* haciendo enfasis al tono del estribillo de la musica. - le pregunta directamente
La radio oyente, al teléfono tarda un poco y le responde :
Oyente - Si, marialuisa pájara , me gustaría que mi hijo encontrase trabajo que el y su mujer, están los dos en el paro, y no llega con mi pensión para ayudarles, ahora ya no me quedan ahorros...

Después de escucharla , marialuisa pájara le habla a su oyente con voz angelical dándole los buenos consejos del programa para alcanzar su deseo y ayudarla en su situación
Locutora - Bueno, ya sabe ud que dios nos pone a prueba y lo dispone todo, que todo lo que pasa es por nuestro bien en esta vida terrenal; pero no desespere; rece ud por su hijo y por su nuera y prontamente ud verá su deseo cumplido. Ya vera que todo se arregla ... ...

El aire seguía entrando por la ventana y sacudiendo las cortinas, pero esta vez la corriente de aire cerró la puerta de la habitación dando un portazo. 


lunes, 26 de noviembre de 2012

El nautilus 7



El sisa pasaba por delante del supermercado cuando ya le quedaba solamente una bolsa de lechugas para repartir . Se detuvo, quitó la lista de la compra de su madre, y despues de unos minutos de reflexión decidió hacer la compra, antes de realizar su última entrega, así al terminar dispondría de más tiempo para parar en el malecón del rio, y sentado en uno de los bancos se echaría con tranquilidad uno de esos cigarrillos suyos. 

Una vez se entraba en el supermercado, y antes de pasar la linea de cajas había unas taquillas para que los clientes dejasen las bolsas y no se metieran con ellas al interior de la tienda debajo de las taquillas había unos ganchos con candados para dejar igualmente los carritos con ruedas de llevar las bolsas de la compra. El sisa  se acercó para dejar su bolsa de lechugas; una vez que metió su bolsa dentro de la taquilla, buscó una moneda para cerrar la puerta del armarito y retirar la llave. La moneda era de cincuenta céntimos  y la había que poner, en el mecanismo de la cerradura de la puerta para poder cerrarla  y llevarse la llave,  pero entre toda la calderilla que llevaba en su bolsillo no había ninguna moneda de cincuenta centimos, y con todas las monedas sueltas le faltaban cinco céntimos para llegar a completar esa cantidad. Así que el sisa dejó su bolsa y se puso a pedir los cinco céntimos, extendiendo la mano a los clientes que iban entrando, para reunir la cantidad; después podría  pedirle a una cajera el cambio por la moneda que necesitaba para poder cerrar la taquilla


- Por favor,  ¿ podría darme cinco céntimos que estoy reuniendo para pedirle a la cajera del supermercado una moneda de cincuenta céntimos para el cajón de la taquilla ? .

La gente le miraba extrañada y se apartaban de él al verlo,  con la mano estirada, pidiendo limosna con semejante estribillo.

No tardó en aparecer  la vigilante * guardia de seguridad,  del supermercado, quien sin mas explicaciones le sugirió que se fuera pedir limosna fuera.

El sisa continuó en la calle en la calle pidiendo a los transeúntes

- Por favor, podría darme cinco céntimos que estoy reuniendo para pedirle a la cajera del supermercado una moneda de cincuenta céntimos para el cajón de la taquilla.

La gente, acostumbrada a que se pidiese en la calle para comprar un bocadillo o una bolsa de leche, se preguntaba si se había vuelto loco el sisa o si se le había ocurrido alguna nueva idea para obtener monedas, de cincuenta céntimos de los transeuntes, en la calle. 


Finalmente una señora canosa con un chaquetón raído, porque conocía a la madre del sisa, le dejó caer unas monedas en su mano . El sisa miró las monedas, apartó los cinco céntimos que le faltaban, para  devolverle a su benefactora lo que le sobraba;  pero la persona ya había desaparecido; había salido apurada pensando que el sisa le iba a reñir por la escasa cuantía de la dadiva, que no llegaba a cincuenta céntimos.
Con la cantidad necesaria, entró en el supermercado y sorteando a la “ vigilanta “ , que se veía con la amoscada,  se dirigió amablemente a la primera de las cajeras, quien le cambió la calderilla por la moneda de cincuenta céntimos.  Regresó de nuevo al taquillero, y al tratar de poner la moneda en el mecanismo posterior de la puerta, la moneda de  cincuenta céntimos se le escapó de entre los dedos y fue a caer dentro de un carrito de la compra que estaba encadenado debajo de su taquilla,  metiéndose por el resquicio de la solaba  superior que cerraba el carrito de la compra.

Por unos instantes se quedó paralizado, hasta que en la mente se le hizo la luz.
- Ya está,  levantaría el carrito en el aire dándole la vuelta y  la moneda volvería a salir por donde entró.

Cuando estaba en la operación,  meneando el carrito en el aire  boca a bajo para que expulsara la moneda,  apareció una señora mayor con un bastón en la mano.  Era la abuela de los de la labrada que salía con la compra para recoger su carrito con ruedas del supermercado. Al ver al sisa , manipulando su carrito como si fuera una hucha para que cayera el dinero, empezó a gritar y vino inmediatamente la vigilanta del supermercado ...

El sisa que ya se había dado cuenta del alcance de su situación salió precipitadamente del supermercado y al cruzar la calle lo golpeó un coche que lo hizo saltar por el aire unos metros cayendo encima del toldo de una cafetería repleta de gente.


A la noche nuestros amigos del clan de la batea, se habían reunido para discutir el asunto; el sisa estaba escayolado en el hospital, con dos costillas rotas, y después de unas deliberaciones acordaron que estaba todo preparado y que  la  tripulación del nautilus  casero serian los hermanos de la batea y la rusa.

El sisa había sido como la botella de champán que se rompe para bautizar el barco nuevo que se hace a la mar, porque las personas como el sisa, que les ocurren todas las desgracias, les protege una fuerza misteriosa por la que siempre, aunque con magulladuras o lesiones,  salen vivos de sus infortunios para poder sufrir la siguiente desdicha.

lunes, 19 de noviembre de 2012

la piruleta 6

Como el sisa pasaba todo el día en casa sin salir, su madre le encargó que se hiciera cargo de la huerta, y la huerta se llenó de lechugas. * por si algún lector quiere iniciarse en el cultivo de lechugas en unas macetas, lo que se hace es echar unas pocas cada semana, y así van saliendo y se van cogiendo las lechugas, con margen de una semana, y se tiene tiempo para comerlas.
La madre del sisa bajó a la huerta y regresó a la cocina cargada de lechugas; tenía intención de preparar unas bolsas para regalar lechugas a sus amistades. Al terminar se puso a hacer una lista de la compra para enviar a su hijo al supermercado. Estaba decidida, a aflojar la guardia y custodia maternal que ejercía sobre él y empujarle a que saliese de casa; así podría airearse un poco y regresar contento, con la risa fácil, después de echarse un pitillo o dos, de esos aromáticos que ella sabía que fumaba a escondidas, porque no le permitía fumar en casa.
La señora estaba en la cocina tomándose una infusión para la taquicardia, cuando apareció su hijo. Se saludaron en silencio. Al cabo de un rato sin hablar, mientras él se preparó el desayuno, de regresó con la taza de la infusión al fregadero, le entregó el papel con la dirección de dos amigas a las que tendría que llevar, de su parte, las bolsas cargadas de lechugas y la larga lista de la compra para ir al supermercado.
La madre del sisa oyó cerrar el portón cuando salió de casa.
Estaba en la habitación haciendo la cama cuando recordó, hacía años, que llevó a su hijo pequeñito a la fiesta; porque alguna de las pocas amistades que tenían en aquellas fechas, decidieron hacer una buena obra en esos días, y no pararon de insistir, con motivo de las fiestas patronales, en que tenía que dejarse ver y salir con el niño * de aquellas ser madre soltera estaba muy mal visto.
Llegaron a media tarde a recogerles y después de tomar unos refrescos, en algún bar de la fiesta, decidieron llevar al sisa a montar a los caballitos. El sisa movía las piernas y reía con alegría mientras el caballito subía y bajaba y daba vueltas el tío vivo. Al terminar le regalaron una nube de azúcar, que el niño trataba de comer a bocados, con su boca pequeñita, mientras la nube le ocultaba la cabeza.
Iban cogidos de la mano, pasendo por delante de las atracciones, y cuando estaban a la altura de las barcas, en las que se montaba y tirando de cuerdas se balanceaba en el aire como los columpios, de delante para atrás  cuando se encontraron un payaso que vendía unas grandes piruletas dulces de colores. Se dirigieron hacía el y cuando estaban a unos pasos, el niño empezó a gritar horrorizado mientras se trataba de ocultar abrazándose a la pierna de su madre.

-     ¡ mama, mama, mama ... , el diablo, el diablo, el diablo ... !

Con los gritos de espanto, las personas que estaban alrededor de ellos se detuvieron y los ruidos de la fiesta misma se paralizaron en el aire, saliendo el silencio en socorro del niño.

El payaso era una persona de color y el niño que jamás viera a alguien tan negro, le apuntaba con el dedo, con los ojos horrorizados.

La madre se puso todo colorada, porque por las noches le decía a su hijo que si no dormía vendría el diablo, que era negro como un tizón. Y lo llevaría para quemarlo en el fuego eterno por malo.
 
El payaso, se acercó junto al niño, ofreciéndole una piruleta de las que llevaba en la mano.
Entre la piruleta y el diablo, el sisa se decidió por el diablo al que le aceptó la piruleta y extendiendole la mano quiso irse con él llamándole papa. 
 
Y la fiesta continúo de nuevo con sus ruidos y luces.
 
mvf.

.

martes, 13 de noviembre de 2012

el reloj 5






Morirse es más probable a que te toqué la lotería, pero sin embargo, entre todas las personas hay alguien que consigue que por azar, consecutivamente, uno después del otro le cuadren los números, y acierte por muy difícil que se vayan poniendo las probabilidades.
La probabilidad que te caigas al agua en carrilana, pero además de que te caiga la carrilana encima;  la probabilidad de que hubiese un manzano cerca y no un castaño con el doble de altura, para practicar un salto con paraguas;  la probabilidad de que te muerda una serpiente y está sea venenosa; la probabilidad de que te bajes del coche y tengas un accidente de coche ... y todo ello coincida en la misma persona, va siendo cada vez más pequeña y rayante a lo imposible, pero de todas formas igual que alguien consigue acertar los números consecutivos de la lotería, por muy imposible que se lo pongan, hay personas que consiguen que le pasen todas las desgracias por muy improbable que sea: esas personas son declaradas gafes y todas las personas que le conocen tratan de rehuirle.

Cuando el furgo le dio el recado al sisa, a través de la alambrada de la huerta de la casa y le dijo : - " contamos contigo para hacer un viaje submarino "- ; el sisa no preguntó nada; sabía que no podía fallar a sus amigos y empezó a prepararse concienzudamente en espera del día en que le fuesen a buscar.
Al día siguiente del recado, al mediodía, después de que terminaran de comer, el sisa le dijo a su madre que iba coger el reloj de la cocina y subirlo a su habitación para hacer una prueba. La señora asintió con la cabeza,  y al salir su hijo de la cocina, se puso a recoger la mesa y a meter los platos en el pilón para lavarlos, como hacía todos los dias; entonces le dio por preocuparse para que querría el reloj de la cocina su hijo; se quitó el mandil y subió despacito a la planta superior de la casa donde estaban las habitaciones de la vivienda. Al llegar junto a la habitación de su hijo, esperó un poco para asegurarse que no la había oido subir, entonce comenzó abrir la puerta, sin hacer ruido,  para mirar por el resquicio, y al ver a su hijo tirado en la cama, con la piel de la cara azulada y los ojos vidriosos, mirando fijamente el reloj de pared de la cocina para ver cuanto aguantaba la respiración;  la madre del sisa pensando que a su hijo le había dado algo, entró precipitadamente en la habitación, asió el reloj de la cocina, que descansaba  encima de la mesilla de la cama, y  empezó a darle golpes en el cuerpo para reanimarlo.
La reanimación no tardó en llegar cambiando del color azulado al color amoratado de los hematomas.